El otro día le compré a mi hijo un hormiguero. Es una especie de cubo de metacrilato con un gel translúcido en su interior en el que un grupo de hormigas puede vivir y realizar sus túneles y galerías de forma que se puede ver su evolución sin ningún problema.
A parte de lo curioso del tema, en estos días, he podido comprobar que estas hormigas se pasan la mayor parte del tiempo sin hacer nada, mientras una o dos se dedican a realizar nuevas galerías, lo que me ha hecho replantearme si efectivamente son tan sumamente laboriosas como siempre hemos creído.
Esta anécdota (lógicamente les echo un vistazo un par de veces al día, seguro que el resto lo pasan «currando») me ha dado pie a pensar en otros «mitos» que tenemos instalados de manera profunda en nuestra forma de pensar, y muchas veces no reparamos en si tienen base real o no.
En el ámbito en el que yo me muevo, existen dos grandes «tópicos» que me gustaría comentar: el primero es el del funcionario ineficaz y vago por naturaleza, y el segundo el de la empresa pública como máxima expresión de la mala gestión y la ineficiencia.
En estos tiempos en los que predomina la precariedad, los sub-salarios, los horarios «flexibles» sólo a la hora de salir de la oficina, la amenaza permanente del despido, etc, ser funcionario es ciertamente un privilegio: contrato indefinido, horario razonable, práctica imposibilidad de despido, salario adecuado en general. Sin embargo muchas personas con las que hablo y que no disfrutan de esas mismas condiciones, no consideran que las suyas son inadecuadas, sino que lo injusto es que haya quien pueda tener esa estabilidad. Es algo que no deja de sorprenderme ya que lo lógico sería aspirar a modificar la situación peor, en lugar de considerar que lo justo es precarizar y rebajar las condiciones laborales de otros.
Por otro lado, en la Administración, como en todas partes, hay buenos y malos profesionales, gente que se implica y gente que pasa de todo, personas que quieren mejorar y personas que no soportan los cambios. ¿Acaso en las empresas no hay «funcionarios» en el sentido más peyorativo que se pueda pensar? Ciertamente la Administración necesita modernizarse, y requiere también utilizar sistemas que aprovechen mucho más el potencial humano del que disponen, que en la mayoría de los casos esta cláramente infrautilizado, pero ni más ni menos que la mayoría de las empresas que conozco.
Y con esto enlazo al segundo gran «tópico»: todo lo que haga la iniciativa pública, la privada lo hace mejor, más barato y más rápido; las empresas públicas son ejemplos de desorganización, derroche de recursos e ineficiencias. De nuevo nos encontramos ante una gran paradoja, ya que esa impresión «popular» deriva fundamentalmente de la gestión de determinadas grandes empresas industriales que curiosamente pasaron a ser públicas cuando sus dueños «privados» las hundieron por su falta de previsión, cuando no por su mala gestión directamente, y el sector público se tuvo que hacer cargo de ellas para mantener los puestos de trabajo.
Por lo que yo conozco, y no me refiero únicamente a VISESA, el sector público vasco tiene una alta rentabilidad social y económica; está a la cabeza en sistemas de gestión y en calidad; es un elemento tractor en los diferentes sectores en los que está presente; es motor de la innovación y la mejora continua. Tenemos nuestros fallos y hay muchos ámbitos en los que estamos adaptándonos y mejorando cada día, pero hoy por hoy estamos en perfectas condiciones para aguantar cualquier comparación con el sector privado.
Soy ferviente amante de lo público y siempre intento «desmitificar» el mito de su ineficiencia. El problema de las organizaciones «burrocráticas» es estructural
Solamente soluciones integrales y planes directores de reforma (CORAME fue un intento, que se quedó en poco más que creación de la OMA) del estilo del Plan Director de la Catedral de Santa María que llega a conocer, analizar y comprender cuáles son los problemas estructurales de una catedral (organización) que debilitan y deterioran su funcionamiento son los capaces de reforzar las bases (principios y cultura de servicio público interiorizada) y fortalecer los pilares de las organizaciones (presupuestación, gestión de personas, equipos, diseño y evaluación de políticas públicas, participación ciudadana, etc) para que las hormiguitas del lugar puedan trabajar, sentirse reconocidas y valoradas (no quiere decir tener plaza y sueldo fijo a fin de mes = hay mucho stress, depresión, etc… en personas «con la vida profesional resuelta» porque no se les reconoce como trabajadoras/es y son «vegetales»).
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He llegado aquí por el comentario que has puesto en el blog Salmón. Como funcionario, me apetece comentar algo sobre este tema.
Comparto contigo que en todas partes hay de todo. Pero también tengo claro que la Administración pública no propicia la entrega entusiasta de los funcionarios a su labor, sino todo lo contrario, hay muchos factores que provocan desmotivación.
Por lo demás, los funcionarios estamos hechos de la misma arcilla que el resto de los trabajadores (igual que los políticos, por cierto), y si como término medio rendimos más o menos, creo que hay que buscar las causas en el sistema de funcionamiento de la Administración pública. Vamos, que donde los funcionarios no trabajen hay que mirar más arriba para pedir responsabilidades.
Casi me ha emocionado encontarme con un comentario de Mentxu en este post. ¡Como me gustaría volver a verla revolucionando todas las cosas!
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