El verano del año pasado (2020) fue para mí muy diferente a los de las décadas anteriores. Debido a la pandemia del covid-19 consideramos más prudente no viajar y por primera vez en más de 25 años, disfrutar de las vacaciones sin movernos de nuestra casa y de nuestra ciudad.
Tengo que reconocer que no fue una decisión voluntaria. Sin covid estoy seguro de que hubiera tenido unas vacaciones similares a las anteriores.
Porque la llegada de las vacaciones de verano eran para mí necesariamente sinónimo de viajes, planes con familia y con amigos en otros lugares, búsqueda de experiencias y vivencias diferentes, visitar, conocer, salir del entorno habitual y del día a día. En mi cabeza y en mi ánimo no estaba realmente de vacaciones hasta que no estaba físicamente en otro lugar, en otra casa, en otra ciudad, en otro ambiente…
Pero el covid lo cambió todo, y también mi manera de entender las vacaciones.
Este verano (2021) aún con el covid pero con algo menos de inquietud gracias a las vacunas, y gracias a la buena experiencia del año pasado, nos planteamos la opción de disfrutar realmente de unas vacaciones aquí, sin movernos ni viajar. No porque ya no quiera viajar, que me encanta y lo volveré a hacer sin duda, sino por descubrir otras posibilidades, por intentar cambiar definitivamente esa estructura mental que me autolimita y me dice que mi casa y mi entorno es para «trabajo» y para «vacación» tengo que ir necesariamente a otro sitio.
Así que estas vacaciones he aprendido a disfrutar de no estar en ningún lugar especial1 ni de hacer nada especial, simplemente pasear, ir a la playa cuando el tiempo acompaña, leer, conversar, disfrutar de mi familia, de mis amistades y de los ratos conmigo mismo…
Hacía mucho que no tenía tiempo en tanta cantidad y de tanta calidad para estar tranquila y relajadamente conmigo mismo, para pensar, para mirarme con un poco de profundidad, para decirme las verdades (con cariño y con sinceridad también), para descubrirme… Sin duda todo lo que mis amigos filósofos estoicos me han ido enseñando en estos meses pasados ha tenido un fuerte impacto en mi manera de afrontar algunas cosas.
Para mí ha sido reparador y tremendamente enriquecedor. Hasta ahora nunca pensé que disfrutaría tanto y de que estaría tan a gusto con unas vacaciones tan frugales.
Siento como si se me hubiese curado una especie de «miopía» mental que tenía hasta ahora. Como si pudiera ver más parte del paisaje, no solo una fracción. Como si me hubiese abierto en mi estructura mental una puerta que yo mismo2 me había cerrado hace mucho tiempo.
¿A partir de ahora ya no volveré a viajar en vacaciones? En absoluto; me encanta viajar y en el futuro seguro que volveré a ir de vacaciones a otras ciudades y a otros países.
Pero lo haré como una opción más, no por la obligación que me imponía esa «miopía» que tenía en mi forma de pensar. Y estoy agradecido y orgulloso de haber cambiado y evolucionado mi estructura mental.
Nota 1: he de decir que el entorno en el que vivo y el contexto personal y familiar que tengo han facilitado enormemente este proceso.
Nota 2: supongo que no ha sido una «miopía» causada exclusivamente por mi mismo, sino que algo tiene que ver también el significado que socialmente le damos a las vacaciones y un cierto seguidismo de lo que hace todo el mundo.
Apunto, mucho de todo lo que cuentas, para revisármelo en lo personal.
Gracias por volver y seguir compartiendo.
Un abrazo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias a tí Piter por pasarte por aquí 😉
Me gustaMe gusta
Pingback: Una mirada con perspectiva | Hontza