Cada día es una sucesión de decisiones, muchas sencillas y sin importancia y de vez en cuando algunas de cierta envergadura.
Algunos estudios hablan de tomas unas 35.000 decisiones cada día, de las cuales 34.900 las toma tu cerebro de manera automática (afortunadamente, o de lo contrario no podrías vivir)
Aún con todo te quedan unas 100 decisiones cada día para tomar conscientemente. Incluso si eres muy, muy bueno tomando decisiones y en el 90% o 95% de las veces tomas una decisión correcta y adecuada, cada día es bastante probable que te equivoques entre 5 y 10 veces. Cada día. En solo un mes puedes haber errado entre 200 y 300 ocasiones.
De todas ellas, seguramente de nuevo el 90% o 95% serán errores sin demasiada importancia: debías llevar algo y se te olvidó, comiste una cosa que no debías, dijiste algo inapropiado, te quedaste viendo la tele en lugar de salir a tu paseo diario…
Pero tendrás un 5% de errores importantes de ese 5% de decisiones conscientes de ese 0,30% de todas las decisiones de cada día… así que cada mes puedes estar metiendo la pata de manera significativa en 7 u 8 ocasiones… no está nada mal, y eso siendo muy, muy bueno.
Así que errar es inevitable. Lo que no es inevitable es empecinarse en el error.
Del error puedes aprender: tomaste una decisión, obtuviste un resultado no satisfactorio, en la siguiente ocasión haz otra cosa diferente.
Pero para eso tienes que reconocer el error. Tienes que ser consciente de que te equivocaste. Tú. No los demás. Tú. Tú que aciertas el noventa y tantos por ciento de las veces. Tú te equivocaste.
Y a veces esos errores son visibles, manifiestos, inocultables. Y entonces no te cuesta tanto reconocer públicamente que sí, que te equivocaste. En el fondo ya todo el mundo lo sabía, así que mejor reconocerlo.
Pero qué haces cuando nadie se dio cuenta de que te equivocaste? Cuando hiciste algo que no era correcto y solo tú lo sabes o solo tú te diste cuenta? Lo reconoces o te lo callas? O buscas la justificación contigo mismo para no admitir lo hecho?
Ahí es donde realmente se ve quien eres, ahí es donde se aprecia tu sabiduría y tu verdadera naturaleza.
Afortunadamente, cada mes tendrás casi seguro un par de ocasiones para ponerte a prueba e ir mejorando, ganando en sabiduría, en coherencia, en humildad, en serenidad.
PD: como viene siendo habitual últimamente, este es de nuevo un fragmente de una reciente conversación conmigo mismo.
Pingback: Una mirada con perspectiva | Hontza
Pingback: Sosegar la conversación interior | Hontza