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Ojo con las llamadas de las empresas de formación.

En los últimos tiempos ha proliferado un fenómeno preocupante: algunas empresas de formación se escudan en la supuesta obligatoriedad legal de ciertos cursos para presionar y, a veces, engañar a las PYMEs. Bajo amenazas de multas inminentes o de perder la bonificación disponible a través de programas oficiales, estos proveedores se aprovechan del desconocimiento de los empresarios para vender formaciones que, en muchos casos, ni siquiera responden a necesidades reales o no son exigidas por ley.

El problema se agrava cuando estas tácticas incluyen llamadas telefónicas donde, sin ofrecer la información necesaria por escrito y con un discurso de urgencia, se induce a la contratación de cursos sin un consentimiento plenamente consciente. Se trata de una práctica que roza el fraude y que, sin lugar a dudas, resulta muy poco ética. Esta situación genera desconfianza en el mercado y afecta a las numerosas empresas de formación que sí trabajan con profesionalidad, transparencia y rigor para ofrecer un servicio realmente útil.

La confusión de quienes reciben este tipo de propuestas nace, en parte, de la desinformación sobre las verdaderas obligaciones en materia de formación. Muchas PYMEs, por miedo a posibles sanciones o a perder la ayuda económica disponible, terminan firmando contratos sin haber comparado ofertas o verificado la legalidad de esos supuestos requerimientos.

Una empresa de menos de 50 trabajadores, independientemente del sector de actividad, ha de disponer del correspondiente plan de prevención de riesgos laborales, así como de un protocolo de prevención de la violencia sexual y otro protocolo de desconexión digital. Según la actividad, puede necesitar también un protocolo de protección de datos, o de prevención del blanqueo de capitales, o cursos específicos como los de manipulación de alimentos, alergias o prevención de legionella.

En los protocolos mencionados, se indica normalmente algunas medidas de formación, pero para empresas de menos de 50 trabajadores no hay unos cursos obligatorios sin cuya realización la empresa pueda ser sancionada administrativamente.

Así que, si una empresa de formación te llama para avisarte de que o haces con ellos urgentísimamente un curso de nosequé, que te va a salir gratis, o te arriesgas a un multazo, mejor llama primero a tu asesoría o a tu empresa de formación de confianza y te ahorraras tiempo, dinero y problemas.

La IA en los despachos y la paradoja de Jevons

¿Cómo nos afectará la IA en los despachos, asesorías y consultorías, y cómo nos preparamos para ello? No es nada fácil anticipar lo que está por venir en este campo, aunque desde mi modesta perspectiva creo que podemos aprender alguna cosa de otros cambios de similar calibre que hemos tenido en el pasado.

Creo que el más comparable ha sido la utilización masiva de Internet. Para los que ya tenemos unas décadas de trabajo a nuestras espaldas, aún está vivo el recuerdo de cómo eran las cosas antes de internet, antes de que su uso estuviera tan generalizado.

Internet nos trajo una brutal reducción de tiempos en búsqueda de información, en tramitaciones, en comunicación con clientes y resto de agentes, en almacenamiento de documentación, etc, etc. Gracias a Internet pudimos hacer nuestro trabajo muchísimo más rápido, muchísimo más fácil y en consecuencia muchísimo más barato.

En definitiva, pudimos mejorar nuestra eficiencia de manera muy significativa, lo cual paradójicamente (o no tanto) supuso un incremento de trabajo. Es la ya conocida en economía, como paradoja de Jevons que, según la Wikipedia, «se refiere a la situación en la que el progreso técnico o las políticas del Estado conducen a un aumento en la eficiencia con la que se utiliza un factor de producción, reduciendo la cantidad que se requiere de este. Sin embargo, la caída de los precios del mismo promueve su demanda, por lo que aumenta su uso en lugar de reducirse.»

Un ejemplo sencillo: hoy en día la mayoría de los trámites que debe realizar con Hacienda, Seguridad Social y demás instituciones un trabajador autónomo, los podría realizar por sí mismo ya que están accesibles vía Internet con un simple certificado digital. Sin embargo los despachos gestionamos infinitamente a más autónomos que antes de Internet porque lo que tienen que pagar es tan poco que no les compensa en absoluto «perder» el tiempo haciéndolo ellos mismos.

Por otro lado, la demanda de servicios de la Administración, y la velocidad de prestación de los mismos, también se ha incrementado ya que ahora se pueden hacer cosas que hace años eran impensables (como enviar facturas en tiempo real), lo cual de nuevo no hace sino incrementar nuestro trabajo.

Pienso que con la IA va a pasar esto mismo con total seguridad. Quizá tenga otros efectos también que ahora no vislumbramos, pero que va a suponer un salto brutal de eficiencia, y que eso va a provocar un incremento del uso de nuestros servicios, lo tengo clarísimo.

Creo que en unos años vamos a ver cómo se reducen radicalmente por ejemplo los tiempos y costos de la atención al público. Podremos tener sistemas muy baratos de atención 24/7 y eso nos ampliará significativamente la actividad.

Otro ámbito en el que intuyo un salto cuántico de eficiencia es en la elaboración, personalización y revisión de contratos y demás documentación, así como en el cotejo de información y datos, su sistematización, almacenaje y recuperación.

¿Qué otros ámbitos crees que van a verse impactados significativamente por la IA?

La Gestión del Cliente y Opiniones Difíciles

Afortunadamente no me pasa mucho pera a veces algún cliente del despacho expresa opiniones estilo «cuñao», para entendernos rápido. Algo del estilo de «claro, aquí los autónomos pagando impuestos a tope y a «estos» que vienen les dan la sopa boba». Los temas pueden ser variados, la igualdad, el gobierno, los impuestos, las bajas, las leyes, en fin…
La cuestión es que siempre me quedo con la duda de cómo reaccionar en estos casos. A veces trato de entablar una conversación honesta sobre el tema, pero me da la sensación de que el cliente no quiere eso, sino solo «quejarse» y que alguien le escuche.
Otras veces no digo nada, pero me quedo yo con la sensación incómoda de haber dejado pensar al cliente que comparto su opinión.
En alguna ocasión me he enfrentado abiertamente, perdiendo la discusión y al cliente.
Últimamente estoy optando por no seguir la conversación a la vez que hago patente con lenguaje no verbal mi incomodidad con sus opiniones.
¿Habéis tenido alguna vez alguna situación de este tipo? ¿Cómo la habéis afrontado?