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Bielsa es mi Zenon

Marcelo Bielsa en su época de entrenador del Athletic de Bilbao

Una herramienta que nos proponen nuestros amigos estoicos es tomar alguna persona o personas de referencia y que nos sirvan como inspiración y también como recordatorio.

Alguien que pueda personificar para ti todo aquello a lo que aspiras, que se comporte como a ti te gustaría comportarte y que con su «presencia» te ayuda a mejorar y te recuerda cómo hacer las cosas, y te guía en la incertidumbre.

Una persona a la que conozcas lo suficiente como para saber que puedes identificarla con aquellos valores y prácticas que deseas cultivar, pero de la que no sabes tanto como para perderte con sus defectos y fallas, que sin duda los tendrá.

Una persona a la que «idealizar» en el buen sentido, que nos sirva de medida, de ideal (siendo conscientes de que en realidad esa persona no es la real, sino una imagen purificada que nos hemos hecho), y que por se ideal precisamente nos resulta de utilidad para el camino. Es nuestra estrella polar, que nos guía pero a la que nunca llegamos por mucho que avancemos.

Cuando te enfrentes a cualquier situación, pregúntate qué hubieran hecho Sócrates o Zenón, y sabrás cómo actuar. EPICTETO

Elige alguien cuya forma de vida quieras emular. Tenlo siempre presente como un ejemplo a seguir. Necesitamos un estándar contra el que medirnos, alguien recto que pueda enderezar al torcido. SÉNECA

No podemos elegir a nuestros padres, porque los asigna el destino. Pero podemos elegir de quienes queremos ser hijos. SÉNECA

Para mí esa persona es el grandísimo entrenador Marcelo «el Loco» Bielsa, a quien ya he mencionado en alguna ocasión antes en el blog.

No le conozco personalmente, solo por sus declaraciones, por sus actuaciones, por libros, documentales y entrevistas. Como cualquier persona tendrá un millón de defectos y seguro que si lo conociera personalmente no me serviría de referente precisamente por eso, pero su imagen idealizada me resulta muy útil porque me ayuda, porque mi imagino qué haría «el Loco» ante las situaciones en en las que yo me voy encontrando.

Y obviamente soy yo quien se inventa la respuesta, pero al personalizarla en él, me ayuda a concretarla y a desarrollarla. Y muchas de sus palabras y actuaciones son auténticamente inspiradoras para mí, aunque obviamente no eran su original propósito.

Solo un ejemplo de cómo con su conducta y su forma de actuar me sirve (intuyo que a muchas más personas) de referente:

En 2019 estaba entrenando al Leeds, equipo de la segunda división inglesa. En un partido trascendental en el que la victoria le daba la posibilidad de ascender directamente a la primera división, su equipo marcó un gol que le ponía por delante en el marcador a falta de menos de veinte minutos para finalizar el partido. Pero el gol estuvo precedido de una jugada en la que su equipo debió haber parado el juego y, aunque el gol fue totalmente «legal» no fue «justo».

Bielsa hizo una aplicación brutal del valor del «coraje» (hacer lo correcto independientemente de las consecuencias) e indicó a su equipo que debía dejarse meter un gol para poner la situación en el mismo punto anterior… algo increíble. El partido acabó en empate perjudicando gravemente las posibilidades de ascenso del equipo (de hecho no pudo ascender hasta la siguiente temporada), pero hicieron lo correcto, y eso era más importante que cualquier otra cosa para Bielsa.

Problemas de ricos

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«Eso que te pasa son problemas de ricos», es una expresión que suelo utilizar a veces con mis hijos y mucho más a menudo conmigo mismo. Es una frase que automáticamente me ayuda a relativizar el problema de que se trate, y rebajarlo a la condición de simple disgusto, o pequeña incomodidad.

Para mí un «problema de rico» es un problema que solo lo es desde la mirada de alguien que ya tiene resueltos otros problemas mucho más grandes. Es un poco la broma que solemos hacer cuando vemos un palacio o una de esas casas de las personas ultramegasuper ricas, y nos decimos con desdén «buf, menudo trabajo será pasar la aspiradora ahí todos los sábados»

Un «problema de rico» por ejemplo es no sentirte plenamente realizado en tu trabajo, o no tener claro tu propósito vital. No significa que no sea deseable sentir esa plenitud y tener una claridad en el propósito, sino que hay que ponerlo en contexto y en escala. Quiero decir que en la escala de los problemas laborales, por ejemplo, lo primero sería no poder acceder a un trabajo, o que no esté dignamente remunerado, o que no tenga suficiente estabilidad en el tiempo, o seguridad física, o que sea muy penoso, o que se desarrolle en un entorno laboral muy toxico… y que no te haga vibrar todos los días estaría unos cuantos escalones más allá. Es como el que saca un 8 en un examen y le duele no haber sacado un 9… está muy bien aspirar y buscar el máximo, sabiendo bien dónde estás.

Lo mismo pasa con otro tipo de «riquezas», por ejemplo con la salud, con las relaciones, con los sueños, con la familia… muchas veces me digo a mí mismo algo así como «agradece que tu problema es porque eres rico en esto«, y me ayuda mucho a ponerme en otro lugar.

Los pequeños comportamientos del día a día que nos hacen mejores personas

Hay toda una serie de comportamientos que siempre me han desagradado profundamente. Antes realmente me enfadaban mucho aunque ahora he aprendido a controlar ese enfado y simplemente los observo y pienso para mí «observa, presta siempre atención para no hacer lo mismo».

Me refiero a esas pequeñas cosas que mucha gente hace en el día a día y que no harían si prestasen un poquito de atención a su alrededor: plantar el coche en mitad de un paso de cebra, dejar el carro de la compra en el centro del pasillo del super, caminar por la acera en paralelo bloqueando el paso a cualquier otra persona, sentarse en el metro ocupando asiento y medio, etc, etc.

Soy consciente de que son minucias, cosas que la gente hace sin darse cuenta. Estoy seguro de que yo también las he hecho, y seguiré haciendo algunas sin percatarme.

Pero pienso que precisamente prestar más atención a estas pequeñas cosas que hago en cada momento y cómo eso puede estar repercutiendo en otras personas y en mi entorno cercano, es un buen «entrenamiento» para cuando se presentan situaciones de mayor calado y en las cuales uno debe dejar de mirarse el ombligo y pensar también en las personas que tiene alrededor.

Cada día tenemos mil ocasiones de mostrarnos amables, empáticos y responsables, y qué mejor que aprovecharlas al máximo.

Además, esas «pequeñas» acciones se van convirtiendo en un hábito para nosotros y nos van modelando el carácter y el comportamiento, y eso acaba transformándonos y transformando el mundo que nos rodea.

Así que la próxima vez que vayas a dejar el coche en cualquier lado, o que te sientes en el metro, piensa en si lo que estás haciendo está fastidiando a alguien a tu alrededor, toma conciencia de que no estás a solas en el mundo y ponte en los zapatos de quienes están a tu lado para comportarte de la mejor manera posible.

¿Salud, dinero y amor?

«Las circunstancias no hacen al hombre, solo lo revelan.» – Epicteto

¿Se puede ser feliz viviendo en la pobreza o en la enfermedad? ¿El dinero da la felicidad o es justamente al contrario? ¿Buscar el éxito económico o un estado físico saludable son metas que nos aportan felicidad?

Muchas religiones, filosofías e ideologías han tratado de dar respuesta a estas preguntas a lo largo de los siglos, y hay visiones para todos los gustos, desde el cinismo que propone que la felicidad es vivir sin nada, como los perros (de ahí su nombre) hasta el capitalismo más salvaje que promulga la acumulación de la riqueza como medida absoluta del éxito en la vida.

Hace unos cuantos años escribí en el blog mi idea sobre la felicidad. Tengo que reconocer que con el tiempo y la inspiración del estoicismo he variado un poco esa idea.

Para el estoicismo, lo primero es entender que la felicidad solo se consigue centrando nuestros esfuerzos en aquellas cuestiones que podemos hacer que dependan exclusivamente de nosotros mismos, es decir, nuestros pensamientos y nuestros comportamientos.

Como ya veíamos en otro artículo anterior, para tener una vida plena y con sentido, hemos de trabajar un estado emocional de armonía y serenidad y comportarnos en la vida con sabiduría, coraje, justicia y templanza.

Alcanzar la felicidad en el sentido de alcanzar esa mejor versión posible de nosotros mismos es precisamente llegar a hacernos dueños plenamente de nuestros sentimientos, pensamientos y acciones, liberándolos de todo condicionante externo y en consecuencia asumiendo nuestra vida con total y absoluta responsabilidad.

Tener más o menos dinero, salud, fama o poder son cuestiones que no dependen exclusivamente de nosotros y por lo tanto son aspectos de nuestra vida que son «indiferentes» para alcanzar la felicidad que comentamos.

«Indiferentes» no significa, por ejemplo, que nos de igual tener salud o no. Es preferible tener salud, y es bueno y correcto hacer aquello que nos ayuda a estar más saludables, siempre con dos condicionantes: uno, que lo que hagamos para lograrlo no vaya en contra de la «virtud», y dos, que asumamos que incluso haciendo todo lo que esté en nuestra mano, es posible que no alcancemos lo que buscamos y eso no debe ser motivo para nuestra desdicha.

Por supuesto es mejor tener medios económicos para disfrutar de una vida desahogada que vivir en la miseria, pero, si lo conseguimos actuando en contra de la justicia, de la sabiduría, del coraje o de la serenidad, en lugar de alcanzar la felicidad estaremos justamente en el lado contrario. Y por otro lado, si a pesar de nuestros esfuerzos no alcanzamos ese nivel económico, o si el infortunio nos lo arrebata, eso no es un impedimento absoluto para alcanzar la felicidad de la que habla el estoicismo.

En consecuencia:

  • ¿Se puede ser feliz en la pobreza o la enfermedad? Sí, por supuesto. Ambas cosas están fuera de lo que depende en exclusiva de nosotros y por lo tanto no debemos poner ahí nuestra felicidad.
  • ¿Entonces da lo mismo vivir en la miseria que tener una vida desahogada o tener salud que enfermar? No, no da lo mismo. Es preferible no vivir en la pobreza o la enfermedad, pero no podemos controlarlo completamente, ni debemos anteponerlo a llevar una vida sabia, justa, honesta y serena.
  • ¿Para qué entonces llevar hábitos saludables o esforzarse en la vida si la riqueza y la salud no dependen de nosotros? No dependen completamente, en lo que depende de nosotros y no nos desvíe de hacer lo correcto, es preferible intentar lograrlo.

Tal y como yo lo entiendo, la vida es como un jugar a un deporte (pon el que más te guste) por ejemplo, jugar un partido de futbol, en el que mi objetivo no es ganar el partido sino jugar lo mejor posible, dando el máximo de mi potencial, jugando limpiamente, respetando al rival y actuando con serenidad y buen ánimo en todo momento. Haciendo todo ello tengo muchas probabilidades de ganar el partido, pero hay mil factores más que influyen por lo que el resultado me será indiferente, aunque prefiera ganar, y mi felicidad, mi satisfacción, será haber jugado lo mejor posible.

La vida no te pide ganar el partido sino poner lo mejor de ti mism@ mientras juegas.


PD IMPORTANTE: Este blog es un espacio de conversación. Te agradezco infinitamente si dejas algún comentario, reflexión, opinión, contraste, idea alternativa o lo que quieras, siempre con educación y con ánimo de profundizar, crecer e inspirarnos mutuamente. Gracias!

Piensa bien y acertarás

«La felicidad de tu vida depende de la calidad de tus pensamientos; por lo tanto, actúa como corresponde, y ten cuidado de no entretenerte en nociones inadecuadas para la virtud y la naturaleza razonable.» – Marco Aurelio

Quienes me conocéis sabéis de mi trayectoria profesional y cómo llevo unos cuantos años dedicado a cambiar radicalmente la cultura y la manera de funcionar de numerosas organizaciones de todo tipo.

Después de toda la experiencia acumulada, si en el siguiente proyecto que me tocase liderar, el genio de la lámpara me concediese un solo deseo antes de empezar para asegurar el éxito, sin duda le pediría que todas las personas empezasen a «pensar bien».

Para mí pensar bien significa confiar en las demás personas, en que nada de lo que hacen y dicen es para dañarme, y de ese modo nunca salgo herido.

También significa que si lo que veo o leo o escucho me lleva a pensar mal de alguien, intento rápidamente apartar ese pensamiento y otorgar antes el beneficio de la duda, lo que me permite indagar en lugar de suponer e inventar.

Pensar bien significa que si alguien hace o dice algo que no me cuadra, o que me cabrea o me duele, pienso que seguramente me estoy perdiendo parte de la película y que algo está pasando que no conozco y que cuando lo sepa, muy posiblemente se aclarará todo.

En definitiva, pensar bien quiere decir que antes de juzgar y reaccionar ante lo que el mundo me pone delante, trato de hacer una pausa y situarme de manera que mi reacción me ayude, me haga mejor y más feliz.

Cuando en una reunión o en una conversación con alguien, por el motivo que sea, notes que estás empezando a «pensar mal», puedes utilizar alguna de estas cuatro herramientas:

  • Piensa, ¿de verdad me importa tanto esto que me está diciendo o haciendo esta persona?
  • En lugar de conversar en tu cabeza e inventar, indaga, pregunta, aclara lo que no te cuadra, asegúrate de que si tu juicio es correcto.
  • No te lo tomes como algo personal, nadie puede dañarte con sus palabras si tu no le dejas.
  • Pospón la conversación o la reunión a otro momento en el que te encuentres con más ánimo para «pensar bien»

La vida me ofrece cada día docenas de oportunidades de entrenar esta actitud de «pensar bien», y no siempre lo consigo, pero no se trata de tener éxito siempre sino de intentarlo siempre, porque insistir es lo que nos conduce a lograr nuestro propósito.


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¿Se conocieron los filósofos griegos y los naguales toltecas?

Los «Atlantes» de la ciudad tolteca de Tula

«No vemos la verdad porque estamos ciegos. Lo que nos ciega son todas esas falsas creencias que tenemos en la mente.“ – Miguel Ruiz

La respuesta a la pregunta del título es que obviamente no, pero por su forma de pensar algunas cuestiones pareciera lo contrario.

En el famoso libro «Los cuatro acuerdos: un libro de la sabiduría tolteca» del nagual Dr Miguel Ruiz, explica los cuatro comportamientos que hay que desarrollar para tener una vida plena:

  • No supongas: no des nada por supuesto. Si tienes duda, aclárala. Si sospechas, pregunta. Suponer te hace inventar historias increíbles que solo envenenan tu alma y no tienen fundamento.
  • Honra tus palabras: sé coherente con lo que piensas y con lo que haces. Ser auténtico te hace respetable ante los demás y ante tí mismo
  • Haz siempre lo mejor: si siempre haces lo mejor que puedes, nunca te recriminarás ni te arrepentirás de nada.
  • No te tomes nada personalmente: en la medida que alguien te quiere lastimar, ese alguien se lastima a sí mismo y el problema es suyo y no tuyo.

¿No te resuenan estas ideas a las de los estoicos con sus cuatro virtudes de la sabiduría, la justicia, el coraje y la templanza?

Pero no es casualidad. En este interesantísimo estudio, se analizaron distintas culturas, corrientes filosóficas y religiones, llegando a la conclusión de que hay 6 «virtudes» y 24 «fortalezas» prácticamente universales en todas ellas:

  • Sabiduría y conocimiento, dentro de las que se incluyen creatividad, curiosidad, mentalidad abierta, amor por el conocimiento y perspectiva.
  • Coraje, que comprende valentía, perseverancia, vitalidad y autenticidad.
  • Humanidad, en las que figuran amabilidad, inteligencia social y amor.
  • Justicia, a la que pertenecen la capacidad de trabajar en equipo, equidad y liderazgo.
  • Templanza: Autorregulación, prudencia, perdón y modestia.
  • Trascendencia: Apreciación de la belleza y la excelencia, gratitud, esperanza, humor y espiritualidad.

Parece que el camino hacia la eudaimonia, hacia esa vida plena, tiene unas cuantas señales muy claras… ¡la cuestión es ponerse en marcha lo antes posible!

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4 actitudes en la vida que te convertirán en mejor persona

El emperador Marco Aurelio, uno de los más grandes filósofos estoicos de la antigüedad.

«No gastes más tiempo argumentando acerca de lo que debe ser un buen hombre. Sé uno.» – Marco Aurelio

Sabemos que nuestros pensamientos condicionan nuestras acciones, y que nuestras acciones determinan realmente quiénes somos.

Por eso la filosofía no consiste solo en reflexión, sino que a través de ella, podemos conocernos mejor, comprender el mundo y actuar modificando nuestras comportamientos para crecer como personas, para evolucionar y alcanzar nuestra mejor versión.

«Filosofar» debiera ser una de nuestras principales ocupaciones en la vida.

Para el estoicismo (y en próximos artículos veremos que también para otras corrientes de pensamiento) hay unos pocos comportamientos o «virtudes» fundamentales que debemos practicar: la sabiduría práctica, el coraje, la justicia y la templanza.

Veamos brevemente cada una de ellas:

  • La Sabiduría Práctica: conocerse a uno mismo en profundidad, buscar la verdad, la claridad, lo que la naturaleza nos enseña, no dejarnos llevar por prejuicios, sesgos y creencias. Todo ello nos da la sabiduría para tomar las decisiones adecuadas en cada momento, para saber distinguir con claridad lo que es correcto de lo que no.
  • La Justicia: para el estoicismo buscar la justicia era buscar la armonía con lo que es natural al ser humano, y la naturaleza humana es buscar el bien común de todos los seres. No hay comportamiento justo que pueda perjudicar al bien común.
  • El Coraje: saber lo que hay que hacer no sirve de nada si no lo hacemos, independientemente del contexto, de las consecuencias, de lo que nos suceda. Tener miedo es humano, no hacer lo correcto por miedo nos deshumaniza y nos aleja de la auténtica felicidad, de la vida buena.
  • La Templanza: la moderación, la disciplina, el autocontrol, la constancia, el «insistencialismo»; no dejarse llevar por la pereza ni por el desánimo; perseverar en buenos hábitos.

Poner en práctica esta manera de actuar en nuestro día a día sin duda que nos convierte en mejores personas, y como decía Marco Aurelio:

«Si llevas a cabo la tarea presente de acuerdo con la razón recta, con diligencia, con fuerza, con buen ánimo y no te desvías en nada accesorio sino que vigilas que tu espíritu divino permanezca puro como si ya hubiera que devolverlo, si te agarras a eso sin esperar ni evitar nada, sino que te conformas en tu actuación presente a la naturaleza y en lo que dices y declaras a la verdad romana, tendrás una buena vida. Nadie hay que pueda impedírtelo.» – Marco Aurelio

¿Cuáles son las claves para vivir una vida plena y con sentido?

Epicteto

«Tu felicidad depende de tres cosas, todas las cuales están en tu poder: tu voluntad, tus ideas sobre los eventos en los que te involucras y el uso que haces de tus ideas.» – Epicteto

¿Cómo debo vivir mi vida? ¿Cómo debo comportarme en el mundo y con las personas que me rodean? ¿Cómo saber si hago lo correcto o no? ¿Cómo distinguir lo que está bien de lo que está mal?

Estas son preguntas que todas las personas nos hacemos a lo largo de nuestra vida.

Hay quien rápidamente se las quita de la cabeza y simplemente sigue adelante con su vida sin darle más vueltas.

Otras personas se guían por lo que su dios les dice que está bien o mal. La «voluntad de dios» expresada a través de escritos y mensajeros es la guía de muchas personas.

Para otra personas, simplemente la pregunta no tiene sentido ya que consideran que cada cual debe seguir sus propias convicciones, que todo es relativo, y que lo que cada cual considere que es correcto, nadie se lo puede rebatir.

Las grandes corrientes filosóficas clásicas han dado respuesta también a esta pregunta a través de la observación y de la reflexión, y de entre todas ellas, hay una que realmente me parece brillante y acertada: el estoicismo.

De manera muy sintética, según la reflexión estoica, la felicidad (eudaimonia) se alcanza actuando con virtud (areté) y desarrollando un estado mental de tranquilidad (ataraxia)

Vayamos por partes muy brevemente:

  • Eudaimonia significa felicidad pero en el sentido de plenitud, de desarrollo, de lograr ser la mejor versión de uno mismo. No es la felicidad solo de pasarlo bien, de estar alegre y contento, de ver la vida color de rosa… hablamos de la vida buena, de la vida que merece la pena ser vivida porque nos convierte en la mejor persona posible.
  • Areté significa virtud, en el sentido de excelencia, de hacer lo correcto en armonía con la naturaleza, con nuestra naturaleza como seres humanos. Para el estoicismo hay cuatro virtudes principales, que desarrollaremos más adelante: la sabiduría práctica, el coraje, la justicia y la templanza.
  • Ataraxia que significa serenidad, armonía, equilibrio y libertad. No significa ausencia de emociones, sino autoconocimiento y dominio de las mismas.

En definitiva, hay una respuesta a todas esas preguntas iniciales y es la de que hay una manera de vivir que nos lleva a la plenitud, a nuestra mejor versión y por lo tanto a la felicidad, y que para lograrla debemos desarrollar la sabiduría de distinguir lo que es correcto hacer en cada ocasión, el coraje de hacerlo independientemente de las circunstancias, tratando con amor y sensibilidad a todos los seres, y disfrutando de la serenidad interior y de la armonía emocional.

¿Suena bastante bien, verdad?

Pues lo mejor de todo es llevarlo a la práctica en el día a día, que es lo que quiero compartir a partir de ahora en esta bitácora con quienes tengáis interés y curiosidad por crecer y evolucionar y llegar a ser también vuestra mejor versión.

Nueva etapa

Recreación de la Stoa Poikile en el videojuego Assassin’s Creed

“La filosofía nos enseña a actuar, no a hablar. Exige a cada persona que viva según sus estándares y que su vida esté en armonía con sus palabras” Séneca

Básicamente de esto es de lo que va esta nueva etapa de mi blog personal: de cómo practicar la filosofía para entrenar el comportamiento cotidiano en la búsqueda de la armonía, el bienestar y la felicidad.

No, esto no va de ideas de libro de autoayuda de aeropuerto, ni de pseudociencias, ni de puedes ser lo que quieras solo con desearlo muy fuerte…

Esto va de entrenar duro cada día en conocernos mejor, en contrastar lo que hacemos con lo que debemos hacer, en cambiar los hábitos que nos envenenan física y mentalmente, en asumir nuestra responsabilidad con nuestra propia vida y con nuestro mundo…

Mi blog es mi diario.

Sólo busco crecer y evolucionar.

Lo comparto contigo porque nada de lo que sé, de lo que conozco, de lo que experimento o de lo que aprendo, me pertenece en exclusiva.

Este blog es mi stoa poikile. Si te apetece, conversemos.

Caso de ejemplo sobre toma de decisiones éticas

IMG_0680La semana pasada hablamos de 4 preguntas que nos pueden ayudar a tomar las decisiones en nuestra organización desde una perspectiva ética.

Vamos a ver un «caso» de los típicos que se suelen utilizar como ejemplo. Se trata de una situación extrema, que lógicamente nos costará encontrar en la realidad, pero que nos ayuda a entender la aplicación de las herramientas de las que hablamos en la anterior publicación:

Bien, imagina que estas visitando como turista un poblado indígena de una zona remota del mundo, cuando de repente llega a la aldea un grupo de hombres armados, sin que de tiempo a nadie a escapar.

Reunen a los 143 habitantes, muchos mujeres, niños y ancianos, para anunciarles que los van a matar a todos. Tú, horrorizado, tratas de interceder con el lider del grupo armado y este, como deferencia hacia un extranjero te dice: «Como veo que estás muy interesado en la vida de estas personas, te propongo un trato: contigo no va nada de esto, simplemente la casualidad ha querido que estuvieras aquí, y por lo tanto puedes irte ahora sin mirar atrás y mataremos a todas las personas del poblado tal y como teníamos pensado, o te quedas y mataremos solo a 3 personas, pero serán las 3 que tú me indiques. No intentes ningún truco, ni trateis de escapar o de lo contrario todos morireis. Tienes hasta la medianoche para tomar tu decisión»

Qué harías? Darle esos tres nombres salvaría al resto, pero sería como si tú mismo los hubieras matado, y para tí la vida es sagrada… por otro lado, marcharse sabiendo que toda esa gente va a morir sería imperdonable, pero la alternativa es instrumentalizar a 3 de esas personas para salvar al resto, lo cual es horrible. Por otro lado, en el caso de optar por esta segunda, cómo decidir qué tres personas deben morir? Sin duda es una situación endiablada en la que toda salida es traumática.

Antes de seguir leyendo tomate un tiempo y piensa en cual sería tu decisión.


Mi solución iría por aquí: en primer lugar, desde el punto de vista de los principios, de las leyes universales, haga lo que haga va a morir gente, bien por mi omisión (si me voy moriran todos) o por mi decisión (si doy los tres nombres) El hecho de que en el primer caso no tenga que hacer nada expresamente, personalmente no me exime, o no siento que me exima, ya que la vulneración del principio de que la vida es un bien absoluto se puede producir, por una acción directa, por una imprudencia, por negligencia, y también por una omisión.

Continuando con las cuatro preguntas que comentabamos en el post anterior, yo llegaría a la siguiente conclusión: le indicaría al jefe del grupo armado el nombre de 3 personas del poblado, previa consulta a la propia gente del poblado.

  • Utilidad: la muerte de 3 personas es un mal menor frente a la muerte de 143. Haga lo que haga va a morir gente, no hay ninguna salida con la que pueda evitarlo, en consecuencia, no me queda otra opción que buscar el mal menor.
  • Reversibilidad: si yo fuera una de las 143 personas del poblado, no quisiera por nada del mundo que la decisión fuera dejarnos morir a todos, preferiría la opción de poder decidir 3 nombres ya que tendría más posibilidades de sobrevivir yo o alguien de mi familia
  • Transparencia: creo que no sería capaz de contar que tuve la opción de salvar a 140 personas pero que mis principios me lo impidieron, mientras que sí podría contar lo doloroso que fue tener que elegir tres personas para salvar al resto
  • Participación: para mí la clave de este caso estaría aquí, en preguntarles a los 143 habitantes del poblado, ¿qué queréis que haga? Mis principios me dictan que la vida es el máximo valor y que por lo tanto no debo quitarla, directa o indirectamente, ni siquiera para obtener un mal menor, pero ¿vosotros qué pensais? Si prefiriesen morir todos antes que dar tres nombres, entonces me iría sin ningún cargo de conciencia. Si por el contrario prefiriesen dar tres nombres, les pediría que se presentasen 3 personas voluntarias, y de nuevo mi conciencia quedaría tranquila. En caso de no haberlas, les diría que tendrían que elegir ellos a las 3 personas o que lo haría yo al azar, lo que prefiriesen.

De este modo, la decisión tiene una enorme solidez ética, ya que responde favorablemente a las 4 preguntas fundamentales.

¿Cómo lo véis? ¿Cual sería vuestra decisión?