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Ser funcionario o ser emprendedor, ¿he aquí la cuestión?

A raíz de un post de Jose del Moral en CyberEuskadi, se plantea un interesante debate al que me apetece mucho aportar mi punto de vista.

Dice Jose que se prevé que a la próxima convocatoria de Osakidetza (el servicio vasco de salud) se presenten unas 80.000 personas (el 4% de la población) para 2.500 plazas y que eso le parece una auténtica ruina para el país por lo que propone algunas medidas entre las que destaca la de desincentivar el ansia funcionarial de la gente, reduciendo significativamente las buenas condiciones laborales de este colectivo.

Coincido con Jose en que tenemos un problema, pero discrepo radicalmente de las soluciones que propone.

Hace ya mucho, en los inicios de este blog, que expresé mi opinión sobre los funcionarios, y a fecha de hoy la sigo manteniendo.

Ciertamente una sociedad no puede mantenerse si todo el mundo es funcionario, y efectivamente, hoy en nuestra sociedad hay decenas de miles de personas que consideran esta opción como la primera y mejor salida profesional que tienen.

¿Por qué?

A mi juicio estamos viviendo un cambio de valores importantísimo en nuestra sociedad y no estamos siendo capaces de adaptarnos convenientemente: hoy, para muchas personas, el trabajo, la carrera profesional, no es el centro de su vida, no es su espacio primordial de realización personal, no es su nexo social y comunitario esencial… es un medio, una forma de conseguir dinero y tiempo para hacer y para vivir otras cosas.

Oigo a muchas personas decir que claro, que esto es así porque los jóvenes de hoy en día lo tienen todo hecho, no tienen que luchar por salir adelante como sus padres y que viven totalmente acomodados… seguramente haya un punto de razón, pero ¿qué hay de bueno en trabajar 16 horas al día en tres empleos durante 30 años para poder sacar a tu familia adelante? ¿quién en su sano juicio desea eso para sus hijos? Afortunadamente hoy, en general, vivimos razonablemente bien, no tenemos que luchar por «sobrevivir» y en consecuencia nos importan mucho más otras cuestiones.

Y la empresa no acaba de entender esto y sigue haciendo lo mismo que ha hecho siempre: tratar de «comprar» (en el término más peyorativo) la voluntad de las personas simplemente con dinero.

Y mientras socialmente se afianzan valores como la transparencia, la participación social, la democracia, la ecología, la solidaridad, el acceso libre y universal a la información, la creación colaborativa, el reconocimiento de la comunidad como recompensa, etc, etc, la empresa sigue ofreciendo el mismo modelo de organización militar, sectaria, oscurantista, paternalista y obtusa, aderezada con remuneraciones por objetivos, y otras memeces que ya no interesan a nadie.

Un país de funcionarios en inviable, pero la solución no pasa por igualar a peor a todo el mundo, sino por adaptarse a lo que las personas están demandando y para ello las estructuras de la empresa tradicional son un enorme lastre. Tenemos que diseñar nuevas organizaciones, nuevos proyectos en los que se combine la confianza y la seguridad con la audacia y la pasión, donde sea compatible el desarrollo personal con el proyecto común, donde la vida profesional se integre de forma natural junto al resto de nuestra vida, de nuestros intereses y pasiones, donde no tengamos que dajar nuestros valores personales a un lado sino que estos formen parte esencial del proyecto… y para ello quizá sea necesario empezar por deshacerse del mismo concepto de empresa como la entendemos hasta hoy, pero esto ya es otra historia…