Este viernes pasado un amigo y compañero, al llegar a casa, encontró a su pareja en el suelo de la casa, muerta por alguna causa natural…
No puedo ni imaginar ese momento y por lo que estará pasando estos días él y todas las personas cercanas.
La muerte a veces es así, totalmente imprevisible, inoportuna, traicionera e injusta.
Más o menos nos hacemos cargo de que una persona mayor (este concepto se va alargando cada vez más, ahora estará por encima de los 80 o 90 años) es «natural» que acabe falleciendo, y esta es la clase de muerte que toleramos más o menos bien.
Pero una muerte repentina con sesenta y pocos? Un accidente a los cuarenta y tantos? Una enfermedad a los veinte y pico? Y no digamos un fallecimiento en edad infantil o adolescente… son auténticas tragedias.
Afortunadamente la ciencia (en especial la medicina y la farmacología) y el desarrollo de nuestra civilización han reducido de manera radical la mortalidad en edades tempranas y alargado la esperanza de vida del conjunto de la población hasta niveles inéditos en la historia de la humanidad.
De hecho hay personas con recursos económicos casi ilimitados buscando expresamente la manera de alargar aún más la vida, su vida, lo suficiente como para, entre tanto, descubrir la inmortalidad. Y no están bromeando, quizá lo consigan.
Socialmente la muerte ha dejado de estar presente en nuestras vidas. La mayoría de las personas mueren en hospitales o residencias, con muy pocas personas cercanas a su alrededor. Cada vez hay menos «funerales» o similares y por supuesto ninguno es «de cuerpo presente». Ya casi no se visitan las tumbas de las personas allegadas fallecidas. El duelo hay que pasarlo rápido y seguir viviendo.
Aún y con todo ello, vamos a morir, y todas las personas a las que queremos y apreciamos también. Confiamos en que sucederá cuando seamos muy mayores, y en un lógico y razonable orden de «antigüedad»… pero aunque sea la situación más probable, no es totalmente imposible que alguna tragedia se cruce en nuestro camino durante nuestra vida.
Nuestros amigos estoicos nos advierten sobre la necesidad de no perder de vista la posibilidad real de morir en cualquier momento. La posibilidad de que cualquiera de nuestros seres queridos desaparezcan de la noche a la mañana. No para angustiarnos ni para insensibilizarnos, sino para intentar aceptar en paz lo que no podemos evitar ni controlar.
Algunas citas estoicas suenan aparentemente duras, insensibles e incluso crueles. Pero conviene leerlas unas cuantas veces con tranquilidad y templanza, ejercitarse de vez en cuando serenamente en lo que inevitablemente nos acabará tocando vivir:
¿Te digo yo que no muestres tu emoción en un funeral? Claro que no. Sería algo cobarde, no valiente, ver la muerte de los tuyos como si siguieran con vida, y no ser conmovido cuando tu familia se desmiembra. SÉNECA
Nunca te diré que no sientas pena ante una pérdida, pero más de la necesaria es solo vanidad. SÉNECA
Deja que tus lágrimas fluyan, pero deja también que cesen. SÉNECA
Una parte de las personas que amamos sigue con nosotros. Ese tiempo pasado nos pertenece. SÉNECA
Cuando des un beso a tu hijo, recuerda que estás besando a un mortal. EPICTETO
Nadie se alegra menos de tu tristeza que la persona a la que se la ofreces. O bien no quiere que sufras, o bien no sabe que lo haces. Así que tu emoción no cumple ninguna función. Tus lágrimas no ayudan a nadie, y no tiene sentido prolongar lo inútil. SÉNECA
Es absurdo lamentarse por carecer de algo o porque algo te afecta adversamente. No debes sorprenderte o indignarte por las cosas que afectan a todos los humanos: muerte, enfermedad, accidentes… Cualquier cosa que el universo ponga en tu camino, acéptalo con la cabeza alta. No seas molestado por lo que no puedes evitar. SÉNECA
Ten presente cada día la muerte, el exilio y otras catástrofes. EPICTETO
Afrontamos con más valentía aquello para lo que nos hemos preparado. Los que nunca se anticiparon son presa del pánico ante hechos insignificantes. Debemos asegurarnos de que nada nos pilla por sorpresa. Y dado que es la falta de familiaridad la que hace a las cosas más imponentes de lo que son, este hábito de reflexión constante asegurará que no eres un novato ante cualquier tipo de adversidad. SÉNECA
Podrías morir ahora mismo. Que esto determine lo que haces y piensas en cada momento. MARCO AURELIO
La fuente de muchos males del hombre no es la muerte, sino el miedo a la muerte. EPICTETO
Piensa que la muerte no es nada para ti, ya que todo depende de tu percepción, y la muerte representa el cese de la percepción. Mientras existimos la muerte no está presente, y cuando la muerte se presenta, nosotros ya no existimos. SÉNECA
Nos equivocamos al buscar la muerte en el futuro, porque gran parte de la muerte reside en el pasado. Los años que están detrás de nosotros están ya en manos de la muerte. SÉNECA
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