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Acerca de Pablo Aretxabala

Pablo Aretxabala

Importa mucho más lo que tú piensas de ti que lo que piensan de ti los demás (pero tu cerebro no lo sabe)

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Una de las características que más han contribuido a la espectacular evolución del ser humano ha sido su capacidad de colaborar a gran escala con otros seres humanos más allá de su círculo próximo familia o de grupo de confianza. Esto es algo realmente difícil de apreciar en ninguna otra especie, incluidas las más similares como primates.

El «gen social» que llevamos dentro está dirigido por la parte más antigua de nuestro cerebro, producto de dos millones de años de desarrollo (dos millones de años!!!) y que durante todo ese tiempo se ocupó de que llegásemos vivos al día siguiente, nada más y nada menos. Si bien la teoría del «cerebro reptiliano» ha caído en desuso, es cierto que en nuestro sistema cerebral operan aún, como no puede ser de otro modo, mecanismos que en nuestro entorno actual carecen de sentido pero que han sido esenciales para nuestra supervivencia durante el 99,5% del tiempo de existencia de la humanidad.

Y una de las elementos que evalúa constantemente ese mecanismo profundo es cómo estamos de integrados en nuestro grupo social. Por que desde hace millones de años, ese era el factor fundamental de supervivencia, y lo sigue siendo en parte hoy en día.

Así que nuestro mecanismo automático de supervivencia está constantemente diciéndonos que todo lo que hagamos, pensemos o sintamos que esté en sintonía con el grupo es bueno para nosotros, y todo lo que no es malo y pone en riesgo nuestra propia supervivencia.

Por eso somos capaces de hacer cosas estúpidas solo porque a nuestro alrededor otras personas las hacen. Por eso existen las modas, y las contra modas, y las «tribus urbanas» y las cuadrillas y todo el mundo trata de encontrar «su grupo» ya sea como seguidor de un equipo deportivo o como terraplanista. Obviamente la parte positiva es que también somos capaces de replicar e integrar los comportamientos más positivos, los que benefician al conjunto, nos permite una difusión del conocimiento y de la experiencia inimaginables en otras especies.

Por eso nuestro cerebro primitivo está constantemente evaluando si la opinión y la consideración de nuestro grupo es buena o no (porque de ello dependía nuestra supervivencia), y por eso nos importa tantísimo la opinión de otras personas.

Pero tenemos un problema enorme, porque nuestra sociedad ha evolucionado de manera exponencial en los últimos diez mil años, y muy especialmente en los últimos 500 años, y nuestro cerebro no ha tenido tiempo suficiente para desarrollarse al mismo ritmo.

Por eso tenemos que tomar conciencia de cuándo están operando los mecanismos de supervivencia de nuestro cerebro y nos lleva a actuar de una manera que en realidad no queremos.

Nuestros amigos estoicos no sabían nada de neurociencia, pero tenían un enorme conocimiento del comportamiento humano y sabían que aquí había un «desajuste» que solo la filosofía aplicada podría resolver:

Si quieres mejorar, debes estar dispuesto a ser ridiculizado. EPICTETO

El éxito de un insulto depende de la sensibilidad y la indignación de la víctima. SÉNECA

No deja de sorprenderme el hecho de que, aunque nos queremos más que a otras personas, valoramos más sus opiniones que las nuestras propias. MARCO AURELIO

Importa mucho más lo que tú piensas de ti que lo que piensan de ti los demás. SÉNECA

Si alguien consigue provocarte y hacer que pierdas la tranquilidad, tu mente es cómplice. EPICTETO

¿Alguien me desprecia? Ese es su problema. Mi misión es asegurar que no hago nada que merezca desprecio. MARCO AURELIO

Si alguien ofreciera tu cuerpo a un desconocido por la calle, te enfurecerías. Y sin embargo, ofreces tu mente a cualquiera para que abuse de ella, dejándola perturbada. ¿No te da vergüenza? EPICTETO

Ganarás el respeto de los demás cuando te empieces a respetar a ti mismo. MUSONIO RUFO

Contra la ira, postergación

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Habitualmente eres una persona pacífica y tranquila, comprensiva y empática. En muchas situaciones en las que otras personas se enfadan y se enojan, tú mantienes la calma sin demasiados problemas.

Pero no siempre es así, y también se dan situaciones(*) en las que tu ira brota descontrolada desde tu interior, tu corazón bombea con toda su energía hinchando tus venas, una suerte de presión interior empuja con todas sus fuerzas para salir al exterior, caminas agitadamente, tu cabeza parece a punto de reventar, tienes ganas de explotar, de gritar, de arrasar con todo, de soltar las verdades, de cantarles las cuarenta, de pararles los pies de una vez…

En esos momentos una voz no para de decirte que tienes todo el derecho a ponerte en ese estado; no solo eso, te dice que es imposible no dar rienda suelta a la ira, que es insensato no hacerlo, que es una cobardía no responder, que tienes que hacer algo por respeto a tí mismo…

Y la experiencia (ya de unos cuantos años) te dice que siempre, siempre, siempre, que te has dejado aconsejar por tu ira, las cosas no han mejorado en nada, ni has resuelto nada, ni siquiera te has sentido mejor o desahogado.

Sin embargo, las veces que has conseguido postergar la respuesta, dejar para otro día esa conversación, contestar más tarde a ese mensaje, respirar y pensar en otra cosa mientras te están «buscando», las veces que has dejado que la presión de tu olla se fuese bajando poco a poco, siempre, siempre, siempre, ha sido para bien, después te has sentido a gusto y todo ha ido mejor.

Postergar. En este caso es la gran estrategia, la auténtica solución. No pensar en nada más, solo en dejarlo pasar y responder en otro momento, nunca en «el» momento. Pasado un tiempo, a menudo muy breve, todo lo ves de otra manera, mucho menos dramática, mucho menos trágica, mucho menos importante.

Postergar es la mejor opción para entrenar la sana indiferencia que se necesita para convivir con otras personas.

Recuerda a tus buenos consejeros estoicos con sus abundantes consejos sobre este tema:

La ira incontenida es frecuentemente más dañina que la injuria que la provoca. SÉNECA

La ira es un ácido que hace más daño al recipiente que la almacena que al objeto sobre el que se vierte. SÉNECA

La ira es como una piedra en caída libre, que se va descomponiendo contra las mismas cosas que golpea. SÉNECA

La mejor acción correctiva contra la ira es la postergación de la respuesta. Su primer asalto es duro, pero se debilitará con la espera. SÉNECA

Nuestra ira suele durar más que el daño que nos produjo la fuente de esa ira. SÉNECA

Mantenemos los fallos de los demás delante de nuestros ojos, y los nuestros propios tras nuestra espalda. SÉNECA

¿No quieres irritarte? No indagues más de la cuenta. Los que están siempre preguntando qué han dicho de ellos los demás solo conseguirán enfadarse más. SÉNECA

El vicio de otros no puede penetrar tu mente a menos que lo permitas. Es por ello más importante hacer algo primero sobre tu propia ira, y después sobre su causa. SÉNECA

Cualquier persona capaz de hacerte enfadar se convierte en tu dueño. EPICTETO

No importa la ofensa que nos dan, sino cómo la recibimos. SÉNECA

Es mucho mejor curarse que buscar venganza por el daño. La venganza desperdicia mucho tiempo y te expone a nuevas heridas. MARCO AURELIO


(*) Me refiero siempre a situaciones en las que alguien dice algo o tiene un comportamiento determinado que me resulta absolutamente irritante. No situaciones de agresión o que haya un posible daño hacia mí o hacia los míos. Son situaciones de daño emocional, o lo que a mí me parece en ese momento un daño emocional.

La sencillez de lo complejo

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Vivimos en un mundo cada día más complejo en el que no es nada fácil comprender lo que sucede, sus causas y consecuencias, nuestro impacto en el entorno… en ocasiones me siento abrumado por toda esta complejidad y eso me lleva a la frustración y a la parálisis.

Como dijo alguien que seguro recordareis: «it’s very difficult todo esto» 🙂

De vez en cuando tengo que recordarme que en realidad las cosas son bastante sencillas y que basta con tener claras algunas actitudes en la vida y desarrollar algunos buenos hábitos:

Actitudes:

  • Se agradecido.
  • Se amable con todas las personas.
  • No mientas.

Hábitos:

  • Haz un poco de ejercicio moderado cada día, mejor si puede ser al aire libre.
  • Come comida de verdad.
  • Aprende algo nuevo cada día.
  • Duerme, no es una pérdida de tiempo.

Y poco más…

La mentira sobre perseguir tus sueños

Ana Peleteiro Brión es una atleta española, plusmarquista nacional en la modalidad de triple salto en todas las categorías de edad a partir de sub-18.​ Es la actual subcampeona de Europa en pista cubierta de su especialidad​ y medallista de bronce en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020

Nuestra sociedad se basa en un conjunto de creencias, muchas de las cuales son absolutamente falsas y gravemente perjudiciales para la gran mayoría de las personas.

Una de estas grandes mentiras es que si deseas algo con pasión y te esfuerzas por ello, puedes lograr cualquier cosa que te propongas. Constantemente vemos «ejemplos» de personas exitosas que nos dicen que solo con su pasión y su esfuerzo (en algunos casos solo con desearlo con mucha fuerza) han logrado todo lo que se han propuesto. Y es completamente mentira.

No pasaría nada, sería una creencia inocua si no tuviera un reverso tremendamente pernicioso: si cualquiera puede conseguir lo que quiere con un poco de esfuerzo… entonces, toda persona que no tiene lo que quiere es simplemente porque no se esfuerza lo suficiente. En consecuencia, cada cual es responsable último de su suerte.

Y este es el mundo que estamos construyendo. Un mundo donde la desigualdad va creciendo de manera exponencial con el tiempo, pero donde si no tienes «éxito» es porque no te lo mereces, porque no te has esforzado lo suficiente, porque no lo has querido verdaderamente. Un mundo en el que tu esperanza de vida y la calidad de la misma depende en un 99% del lugar donde nazcas, del color de tu piel, del nivel económico de tu familia, pero donde se te juzgará, y lo que es peor te juzgarás tú, solo por tus «resultados», independientemente del punto de partida.

La brutal presión que esta infame creencia ejerce sobre todas las personas de todas las edades y condiciones está causando enormes problemas de todo tipo, incluidas graves consecuencias sobre la salud mental de amplísimas capas de la población mundial.

El estoicismo nos recuerda que el éxito y el fracaso están fuera de nuestra zona de control, dependen de innumerables factores y que nuestro esfuerzo puede tener recompensa o no, por lo que debemos desligarlos completamente.

Donde sí que tengo pleno control es sobre «quién soy» yo, sobre lo que siento, pienso y hago. El resultado que obtenga dependerá de mil factores externos. Pero lo importante es «la nobleza de los recursos utilizados«.

Así que la próxima vez que te mires al espejo y veas todos tus fracasos, no te apures tanto, y trata de emplear recursos más nobles la próxima vez. Y si te miras y ves tus éxitos, no te emociones mucho, porque en su mayor parte será fruto de la fortuna, de la herencia, de la genética, de la posición social, etc, etc.

No son tus éxitos y tus fracasos los que te definen, sino tus sentimientos, tus pensamientos y tus acciones.

El éxito y el fracaso, el dolor y el placer, la riqueza y la pobreza. Todas estas cosas ocurren a personas buenas y a personas malas, y por tanto no traen nobleza ni vergüenza. MARCO AURELIO

El hombre sabio se preocupa por la intención de sus acciones, no por sus resultados. Nuestra acción inicial está bajo nuestro control, pero la fortuna determina su final. SÉNECA

Pasa lo que tiene que pasar…

«En cualquier tarea se puede ganar o perder, lo importante es la nobleza de los recursos utilizados» Enorme Bielsa

…y da igual si te parece bien o mal, si te gusta o no, es lo que hay así que deja ya de preocuparte por lo que sucederá, de decepcionarte cuando no pasa lo que tu quieres, de enorgullecerte cuando sí que sucede…

Entonces, ¿da igual cómo actúes? No! Claro que no! Porque lo que pasa FUERA de ti será lo que tenga que ser, pero lo que pasa DENTRO de ti, eso depende (casi) completamente de ti.

Trata de practicar la sabiduría, la justicia, el coraje y la templanza, esa es tu misión, esa es tu razón de ser, y lo demás será lo que tenga que ser.

No es fácil, a pesar de que intelectualmente sabes que no es lo razonable, sigues actuando en la confianza de que obtendrás un resultado. Juegas el partido y esperas ganar, no solo jugar lo mejor posible y ya está, que en realidad es lo único razonable que puedes esperar.

Cuando realmente consigues desapegarte del resultado, cuando verdaderamente te pones en posición de hacer todo lo que está en tu mano, esperando lo mejor y preparado para lo peor, ahí es cuando encuentras el equilibrio, la serenidad, la justa distancia, tanto si todo sale bien como si no.

Tu amor por el control, tu ego, tu necesidad de autoafirmación a través del éxito, tu deseo de reconocimiento… todo eso es lo que te daña, lo que te hace pequeño y débil.

Además de al inmenso «loco» Bielsa, también releo a mis amigos estoicos y creo que no se puede explicar de mejor manera:

Tú tienes poder sobre tu mente, no sobre los acontecimientos. Date cuenta de esto y encontrarás tu fuerza. MARCO AURELIO

El hombre sabio se preocupa por la intención de sus acciones, no por sus resultados. Nuestra acción inicial está bajo nuestro control, pero la Fortuna determina su final. SÉNECA

No esperes que los eventos sucedan como deseas, sino desea que ocurran como son, y tu vida transcurrirá sin problemas. EPICTETO

No está en nuestro poder tener lo que deseamos, pero sí está en nuestro poder no desear lo que no tenemos y aprovechar todo lo que nos ha llegado. SÉNECA

El destino guía a quien lo acepta, y arrastra a quien lo rechaza. SÉNECA

Algunas cosas son buenas, otras malas y otras indiferentes. Lo bueno es la virtud, lo malo lo que se aleja de la virtud. Lo indiferente son cosas como la riqueza, la salud o la reputación. ¿Dónde debes buscar entonces lo bueno y lo malo? En ti, en lo que te pertenece. En lo que no te pertenece no debes usar los términos bueno o malo. EPICTETO

Todos mis bienes están conmigo: justicia, valor, sabiduría, la disposición a no considerar como un bien nada que se nos pueda arrebatar. SÉNECA

Solo hay un camino a la felicidad: desapégate de las cosas que no dependen de ti. EPICTETO

Una mirada con perspectiva

Desde la vuelta de vacaciones en septiembre están siendo unas semanas muy apropiadas para ejercitar la capacidad de distinguir lo que está en tu zona de control y lo que no (la famosa dicotomía del control) y sobre todo a mantener la serenidad frente a lo que está fuera de ella y a actuar sobre lo que está dentro.

Viéndolo ahora con un poco de perspectiva, has ido mejorando. Empezaste realmente mal, con mucha frustración y angustia porque las cosas no eran como tú querías, como tu habías imaginado… pero poco a poco has podido ir mejorando, evolucionando a poquitos, descubriendo y descubriéndote.

En ese camino te ha ayudado mucho revisar cada día lo que hacías, escribir en tu diario, pasar tiempo contigo mismo, reconocer tus errores y tus fracasos, pelear contra la autocompasión, agradecer el presente, acompañarte de buenas lecturas y de personas inspiradoras, hacer lo que tenías que hacer aún sin mucha motivación, incluidas conversaciones bien complicadas.

Y con todo ello has podido aprender, otra vez, algunas cosas interesantes que será bueno que no olvides, que seas capaz de mantener en tu comportamiento diario como que nada es tan malo como parece, que mucho depende de cómo vives lo que te sucede y que hay que mantener una cierta «indiferencia» frente a todo, que la vida nos puede poner pruebas tremendamente duras, de las que realmente desconocemos su verdadero final.

Has sufrido, has disfrutado, has decidido, has vivido y lo has hecho tomando conciencia en cada momento.

Miras atrás con serenidad y observas tu evolución.

Miras al futuro y sueñas con hacer realidad tus sueños.

El pasado ya no te daña, solo te enseña.

El futuro está por escribir, haz tu parte.

El presente es lo único que verdaderamente tienes, no lo pierdas!

Beneficios de escribir un diario

Hace ya casi tres años que escribo un diario.

Lo hago casi todos los días, o al menos cuatro o cinco por semana. Escribo en cuadernos en papel.

Hasta hace poco lo escribía por la mañana, a primerísima hora, antes de hacer ninguna otra cosa. Desde hace poco lo escribo por la noche, después de cenar, cuando estoy tranquilo antes de ir a dormir.

Reflexiono sobre mi día, sobre mi estado de ánimo, sobre las cosas importantes que han sucedido, escribo mis respuestas a cuatro preguntas fundamentales que me hago cada día… con ello busco acercarme lo más posible a ser la persona que realmente quiero ser, cosa que no es tan sencilla como parece ya que la vida parece confabularse cada minuto para poner en mi camino infinidad de distracciones, problemas, estímulos contradictorios, sorpresas, posibilidades alternativas, etc, etc, etc…

A veces releo lo que escribía hace un año o dos, y a veces releo varios meses y me redescubro y veo las corrientes de fondo de mi vida, y entiendo lo que me pasa hoy porque leo lo que me pasaba el año pasado.

Además escribir el diario me ayuda a sacar temas de mi cabeza, es como si los dejase ahí guardados para otra ocasión, para cuando toquen, ya no necesito tenerlos todo el rato en mente para que no se me olviden.

Escribir es terapéutico, esto se sabe desde hace muchísimo tiempo, pero para mí es como conversar conmigo mismo, pero por escrito. Siempre me ha gustado más escribir que hablar (y mira que me gusta hablar…) Las cosas importantes, si puedo, las digo por escrito porque puedo pensar mejor lo que quiero decir y cómo lo quiero decir. Y las conversaciones con uno mismo siempre son importantes.

No suelo dar consejos en mis post. La mayoría son partes de ese diario personal que me apetecen compartir, pero hoy sí quiero darte un consejo que estoy completamente seguro de que te va a ir bien: elige un cuaderno, un bloc o lo que quieras, y empieza hoy mismo un diario… no te vas a arrepentir.

¿Qué sucede cuando morimos?

Es una pregunta a la que todas las escuelas filosóficas y todas las religiones han tratado de dar respuesta a lo largo de la historia de la humanidad.

Hay muchas creencias y ninguna evidencia por lo que todas ellas son igualmente posibles, o no. Cada cual se hace su composición y es la que vale puesto que no hay forma de demostrar si será acertada o no.

Personalmente me parece fenomenal quien cree que tras la muerte le espera la vida eterna, el paraíso, la reencarnación o lo que sea. No tengo ninguna evidencia de que no tengan razón, ni de lo contrario.

Supongo que, además del condicionante de la cultura en la que hayas nacido, cada cual «escoge» la creencia que mejor le sirve para convivir con serenidad con sus miedos y sus fantasmas frente a la muerte. De algún modo, nos «inventamos» lo que sucederá tras la muerte en función de lo que nos gustaría que verdaderamente sucediese.

Mi creencia es que todo lo que existe en el universo forma parte de un todo: cada persona, cada animal, cada planta, cada ser, cada estrella, cada planeta… somos como una nota de una melodía infinita. Cada nota es única e imprescindible para esa melodía. Si una nota no existe, la melodía es diferente. Y cada nota suena un instante, más o menos prolongado, pero efímero en todo caso. La nota suena y después desaparece como tal, y lo que permanece es la melodía a la cual ha contribuido haciéndola única e irrepetible gracias a su existencia.

Mi creencia es que mi vida es esa breve nota que suena y que conforma esa infinita y universal melodía. Y no creo que haya nada cuando termine de sonar porque precisamente es lo que debe suceder para que la melodía continúe y sea armoniosa y bella.

Mi creencia no es que debo «portarme bien» en esta vida para tener mi recompensa en el más allá, o para tener una buena reencarnación… mi creencia es que debo ser la nota adecuada, armoniosa y delicada que contribuya de la mejora manera posible a la melodía infinita del universo.

¿Tendré razón? Sinceramente no me importa mucho porque como toda creencia, esta también está construida para darme sentido y propósito, y eso es lo realmente importante para mí.

¿Para qué te enfadas?

Quizá a otras personas les resulte de otra manera pero a tí siempre te pasa parecido: te enfadas porque otras personas no hacen o dicen o piensan lo que a tí te gustaría que hicieran, dijeran o pensasen, ¿y qué consigues?… Frustración, mal humor, pagarlo con quienes no tienen arte ni parte, culpa, ira, pérdida de energía… vamos, una maravilla.

Lo que otras personas hacen, dicen o piensan está fuera de tu control, fuera de tu responsabilidad, fuera de tu competencia y por lo tanto debiera afectarte algo así como cero.

Todo esto lo sabes perfectamente. Entonces, ¿Qué utilidad sacas de enfadarte? Porque todo lo que hacemos tiene un para qué, tiene una utilidad, lo hacemos porque nos reporta un beneficio. ¿Cuál es tu beneficio para estar enfadado?

Te enfadas para satisfacer a tu ego. Porque se ha visto herido al no conseguir que otras personas se amolden a él y entonces se tira al suelo y patalea con una rabieta como de niño pequeño, porque tu ego no quiere admitir ni de lejos que las demás personas puedan hacer, decir o pensar lo que les de la gana sin pedirte permiso.

La próxima vez que te enfades, recuerda esta imagen de tu ego pataleando en el suelo y verás qué rápidamente se te pasa.

No solo importa lo que la vida te trae

Hay personas a las que la vida les trae todo lo que cualquiera podría desear, dinero, fama, éxito, amor, amistad, poder, talento… y sin embargo son tan profundamente infelices como para acabar perdiendo la propia vida.

El otro día vi el documental «Belushi» sobre la espléndida vida y trágica muerte del grandísimo actor, músico y sobre todo cómico que fue John Belushi. A mi me encantaba su música, tanto que durante mucho tiempo tuve como tono de llamada del móvil una de sus canciones.

En 1978 John protagonizaba la más taquillera comedia de la historia del cine «Desmadre a la americana«, su banda «The Blues Brothers» alcanzaba el número uno en todas las listas con su primer disco «Briefcase Full of Blues», y su programa en TV «Saturday Night Live» no solo batía todos los records de audiencia, sino que era la referencia de la cultura popular del momento. Pero la vida no solo le sonreía en los profesional, a su alrededor tenía el amor incondicional de personas como su pareja de toda la vida, Judy o su inseparable amigo Dan Aykroyd.

Según todas las personas que le conocieron, John Belushi era el tipo más divertido, talentoso, sensible y amable que habían conocido. La típica persona que todo el mundo adoraba según entraba por la puerta.

Solo 4 años después, a los 33 años, John fallecía por sobredosis de cocaína y heroína, en un más que previsible final vista su desenfrenada carrera por el mundo de las drogas.

¿Por qué?

¿Por qué alguien que aparentemente lo tenía todo sería tan infeliz como para querer autodestruirse?

Imagino múltiples factores, y por supuesto no sería descartable algún tipo de problema en su salud mental. Además la experiencia con las drogas no es tan sencilla como las tomo y las dejo. Como cualquier adicción, requieren de mucho esfuerzo y tratamiento especializado.

Pero aún así… incluso con todas esas cuestiones, hay algo que podemos aprender del gran John Belushi: no solo importa lo que la vida te trae, sino también cómo te haces cargo de ello, sea lo que sea.

En el documental varios amigos cercanos cuentan que John tenía «hambre» de todo lo que la vida le podía ofrecer, y que lo tomaba todo sin medida, ya fuera el éxito, el trabajo, el amor, las drogas, la fama o lo que fuese.

Como decía antes, seguro que hay otros muchos factores y no pretendo responsabilizarle en exclusiva de su destino final, y sí creo que podemos extraer algún aprendizaje interesante para nuestra vida, y no puedo evitar acordarme de esta cita de mi maestro estoico Epicteto:

Recuerda que en la vida debes comportarte como en un banquete. ¿Te ofrecen algo? Extiende tu mano y toma tu parte con moderación. ¿Ha pasado de largo? No lo detengas. ¿Aun no ha sido ofrecido? No extiendas tu deseo hacia ello; espera que llegue a ti. Haz esto en relación con hijos, esposa, cargos públicos, riquezas, y llegarás a ser un digno participante del banquete de los dioses (Enquiridión, 15).