Una de mis actividades favoritas de este verano ha sido pasear por los alrededores de mi casa, donde tengo la enorme fortuna de disfrutar de espléndidos paisajes naturales a unos pocos minutos caminando.
Pasear por estos lugares charlando con mi familia o con mis amistades es un enorme placer y un motivo diario de agradecimiento.
Pero este verano he descubierto que me gusta mucho también pasear conmigo mismo. Sí, caminar solo y sin escuchar ni música, ni audiolibros, ni nada. Solamente caminar y dejar vagar mis pensamientos por donde me quieran llevar mientras voy admirando el paisaje, oliendo los variados aromas del camino, escuchando los sonidos de la naturaleza, sintiendo en la cara el viento, el sol, la lluvia…
Y mientas paseo converso conmigo mismo, y me voy conociendo un poco mejor, y disfruto de estar en mi compañía también cuando estoy enfadado o irritado, o cuando estoy frustrado o con miedo… pasar tiempo conmigo mismo me ayuda a comprenderme, a quererme y a disfrutarme.
He podido comprobar con total claridad que en estos ratos de paseo conmigo mismo surgen ideas interesantes, recupero el optimismo, despejo dudas, problemas y temores, me enriquezco enormemente.
Por eso uno de mis buenos propósitos para este nuevo curso es pasear todos los días un rato conmigo y ser cada vez más una persona con la que me haga muy feliz estar a solas.
“Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas.” Pablo Neruda