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La felicidad de hacer lo correcto

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Creo que una de las cosas que más satisfacción me produce es «hacer lo correcto».

No en el sentido de hacer lo socialmente aceptado, sino hacer lo que considero que está bien hacer. Es decir, ser coherente con mis ideas, conseguir aunque sea momentáneamente hacer coincidir mis ideales con mis acciones.

Y no precisamente porque lo consiga muy habitualmente. Supongo que como cualquier otra persona, soy una «contradicción con patas» ya que me cuesta mucho compaginar mi día a día con mis sueños: sueño con un mundo donde la desigualdad no te condene a muerte o a una vida de mierda… sueño con un mundo donde la humanidad viva en armonía consigo misma y con el resto de la naturaleza… sueño con un mundo donde reine la verdad, la solidaridad y el bien común…

Pero luego es difícil (a mí al menos me resulta difícil) trasladar esos sueños a lo que tengo que hacer mañana por la mañana.

Por eso, cuando se da la situación en la que hago algo (por pequeño que sea, que lo suele ser) que conecta perfectamente esos sueños con ese día a día, me hace sentir inmensamente feliz. Además, normalmente, es algo de lo que nadie se da cuenta más que yo mismo y eso me hace más feliz aún (a pesar de todo lo que me gusta el reconocimiento de otras personas, por supuesto)

Supongo que esto es lo que los estoicos llaman el «coraje»: hacer lo que sabes que es correcto, independientemente de las consecuencias, del reconocimiento y de todo.

Quizá este sea un hilo del que tirar para descubrir, o construir ese propósito vital que tanto ansío.

Un motor híbrido en tu interior: la motivación y el coraje

Cuando algo te motiva, te gusta o te emociona, qué fácil es todo!

Pero en la vida no todo lo que tienes que hacer en cada momento es lo que más te motiva o te apetece. En ocasiones (según las temporadas, a veces en muchas ocasiones) tienes que hacer cosas que no te apetecen en absoluto.

Son cosas que sabes que debes hacer, y que está bien que las hagas. Incluso cosas que te hacen bien, pero que te cuestan o no siempre te motivan lo suficiente.

Pero estás acostumbrado a funcionar básicamente con el «motor» de la motivación, y ese es un buen motor que va fenomenal cuando se puede usar, pero ¿qué pasa cuando no tienes la motivación, pero tienes que hacer igualmente lo que debes?

Ahí es cuando tienes que poner en marcha el motor del coraje, o de la disciplina, como lo quieras llamar.

Es un motor más difícil de usar, porque requiere un mayor esfuerzo y requiere entrenamiento y fuerza de voluntad en su uso.

Es además un motor que no estás muy acostumbrado a usar porque si no puedes usar el motor de la motivación tu tendencia es a abandonar. De alguna manera tienes instalada la creencia de que solo merecen la pena las cosas que se pueden hacer por la motivación, pero en realidad no es una creencia correcta. Obviamente es mejor actuar con motivación, pero no siempre es posible y si solo tienes ese motor tu capacidad de hacer lo correcto, de hacer lo que debes, se queda muy limitada.

El coraje, la disciplina, es algo que puedes y debes entrenar. Puede empezar por cosas relativamente sencillas: por ejemplo, quieres hacer un poco de ejercicio todos los días, pero no todos los días te apetece; piensa que además del beneficio de hacer ejercicio, vas a entrenar y poner a punto tu motor de la disciplina, y haz ejercicio todos los días que tengas ganas para ello, y los que no, haz ejercicio igualmente, con el motor de la disciplina en tu mente.

Utiliza con otras cosas también y poco a poco tendrás más capacidad de tirar de esta disciplina para cuestiones que te resulten más importantes o difíciles de realizar sin motivación.

No desarrollas valentía cuando todo va bien, sino cuando sobrevives momentos difíciles y desafías la adversidad. EPICTETO

Ninguna propensión humana es tan poderosa que no pueda ser vencida por la disciplina. SÉNECA

La disciplina es una gran ayuda para el que posee un mediocre ingenio. SÉNECA