
Creo que una de las cosas que más satisfacción me produce es «hacer lo correcto».
No en el sentido de hacer lo socialmente aceptado, sino hacer lo que considero que está bien hacer. Es decir, ser coherente con mis ideas, conseguir aunque sea momentáneamente hacer coincidir mis ideales con mis acciones.
Y no precisamente porque lo consiga muy habitualmente. Supongo que como cualquier otra persona, soy una «contradicción con patas» ya que me cuesta mucho compaginar mi día a día con mis sueños: sueño con un mundo donde la desigualdad no te condene a muerte o a una vida de mierda… sueño con un mundo donde la humanidad viva en armonía consigo misma y con el resto de la naturaleza… sueño con un mundo donde reine la verdad, la solidaridad y el bien común…
Pero luego es difícil (a mí al menos me resulta difícil) trasladar esos sueños a lo que tengo que hacer mañana por la mañana.
Por eso, cuando se da la situación en la que hago algo (por pequeño que sea, que lo suele ser) que conecta perfectamente esos sueños con ese día a día, me hace sentir inmensamente feliz. Además, normalmente, es algo de lo que nadie se da cuenta más que yo mismo y eso me hace más feliz aún (a pesar de todo lo que me gusta el reconocimiento de otras personas, por supuesto)
Supongo que esto es lo que los estoicos llaman el «coraje»: hacer lo que sabes que es correcto, independientemente de las consecuencias, del reconocimiento y de todo.
Quizá este sea un hilo del que tirar para descubrir, o construir ese propósito vital que tanto ansío.