«No gastes más tiempo argumentando acerca de lo que debe ser un buen hombre. Sé uno.» – Marco Aurelio
Sabemos que nuestros pensamientos condicionan nuestras acciones, y que nuestras acciones determinan realmente quiénes somos.
Por eso la filosofía no consiste solo en reflexión, sino que a través de ella, podemos conocernos mejor, comprender el mundo y actuar modificando nuestras comportamientos para crecer como personas, para evolucionar y alcanzar nuestra mejor versión.
«Filosofar» debiera ser una de nuestras principales ocupaciones en la vida.
Para el estoicismo (y en próximos artículos veremos que también para otras corrientes de pensamiento) hay unos pocos comportamientos o «virtudes» fundamentales que debemos practicar: la sabiduría práctica, el coraje, la justicia y la templanza.
Veamos brevemente cada una de ellas:
- La Sabiduría Práctica: conocerse a uno mismo en profundidad, buscar la verdad, la claridad, lo que la naturaleza nos enseña, no dejarnos llevar por prejuicios, sesgos y creencias. Todo ello nos da la sabiduría para tomar las decisiones adecuadas en cada momento, para saber distinguir con claridad lo que es correcto de lo que no.
- La Justicia: para el estoicismo buscar la justicia era buscar la armonía con lo que es natural al ser humano, y la naturaleza humana es buscar el bien común de todos los seres. No hay comportamiento justo que pueda perjudicar al bien común.
- El Coraje: saber lo que hay que hacer no sirve de nada si no lo hacemos, independientemente del contexto, de las consecuencias, de lo que nos suceda. Tener miedo es humano, no hacer lo correcto por miedo nos deshumaniza y nos aleja de la auténtica felicidad, de la vida buena.
- La Templanza: la moderación, la disciplina, el autocontrol, la constancia, el «insistencialismo»; no dejarse llevar por la pereza ni por el desánimo; perseverar en buenos hábitos.
Poner en práctica esta manera de actuar en nuestro día a día sin duda que nos convierte en mejores personas, y como decía Marco Aurelio:
«Si llevas a cabo la tarea presente de acuerdo con la razón recta, con diligencia, con fuerza, con buen ánimo y no te desvías en nada accesorio sino que vigilas que tu espíritu divino permanezca puro como si ya hubiera que devolverlo, si te agarras a eso sin esperar ni evitar nada, sino que te conformas en tu actuación presente a la naturaleza y en lo que dices y declaras a la verdad romana, tendrás una buena vida. Nadie hay que pueda impedírtelo.» – Marco Aurelio
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