Archivo de la categoría: Ética

Llamamiento para UNA PAZ DESARMADA Y DESARMANTE en Gaza.

En un mundo enfrentado, que nos dibuja un mosaico de muerte con una “guerra mundial a plazos” y que van adquiriendo estructuras más enraizadas de permanencia en la violencia y el odio, donde el valor de la defensa de las personas y de los pueblos como centro de la vida plena va perdiendo peso a favor de intereses mercantilistas, del dinero y del poder, anhelamos una sociedad atravesada por la convivencia, el respeto mutuo y la preservación de los derechos inalienables, conquistados con mucho esfuerzo.

Hasta que no haya una paz firme y duradera nuestro silencio no puede ser cómplice de tantas guerras activas.

La realidad que estamos viviendo clama a gritos el fin de todo enfrentamiento y el establecimiento de la paz llena de justicia, en todos los territorios que sufren este flagelo de la guerra, y especialmente en la querida tierra de Palestina, donde, en palabras de la Oficina de Derechos Humanos de la ONU, la escalada militar plantea condiciones de vida incompatibles con la supervivencia de la comunidad palestina, especialmente de la población de Gaza.

En Gaza, las personas mayores, menores y familias supervivientes están ya muriendo de hambre:

No queremos que Atila recorra la franja de Gaza, no queremos ni bombas ni rehenes, queremos justicia y paz para quienes viven en Israel y en Palestina, queremos el pleno respeto de todos los derechos humanos en todo el mundo. No podemos olvidarnos ni mirar para otro lado cuando los hermanos y hermanas sufren y están muriendo a causa de las guerras.

La paz no es el silencio sepulcral después del conflicto, no es el resultado de la opresión ni del exterminio, sino un don que mira a las personas y reactiva su vida. Deseamos esta paz, que es reconciliación, perdón, valentía para pasar página y volver a comenzar en una relación de respeto y convivencia.

Los pueblos quieren la paz:

No podemos olvidar que no hay paz sin justicia y no hay justicia sin reparación, no solo física y de infraestructuras, sino fundamentalmente de tantas personas dañadas en su cuerpo y en su espíritu. Debemos implicarnos todo lo que podamos en este esfuerzo de reparación y de exigencia de parar la guerra como condición primera e ineludible.

Para que esta paz se difunda debemos estar a disposición para que las personas enemigas se encuentren y se miren a los ojos, para que a los pueblos se les devuelva la esperanza y se les restituya la dignidad que merecen, la dignidad de la paz.

Con el corazón en la mano, decimos a quienes dirigen los pueblos: ¡Encontrémonos, dialoguemos, negociemos! La guerra nunca debe ser inevitable porque en ella nadie gana y todos perdemos; las armas pueden y deben callar, porque no resuelven los problemas, sino que los aumentan; porque pasarán a la historia quienes siembran la paz, no quienes cosechan víctimas; porque las demás personas no son ante todo enemigas, sino seres humanos: no son seres malos a quienes odiar, sino personas con quienes hablar.

Para llegar a una situación de “justicia, paz, verdad y fraternidad” se requiere, de manera urgente e inaplazable, terminar con el asedio a la población, así como con el ataque a los hospitales, con los bombardeos a la población civil, la destrucción sistemática de infraestructuras y vecindarios, y la negación de asistencia humanitaria, lo que supone una violación de los derechos humanos más básicos y del derecho internacional humanitario, actos de ocupación equivalentes a una limpieza étnica.

Por eso, y por ser un imperativo para la dignidad humana, reclamamos:

  • Que se respete el Derecho Internacional Humanitario
  • Que se permita la entrada de ayuda humanitaria sin restricciones,
  • Que se respete la defensa de la vida, especialmente de las personas más vulnerables, infancia, enfermas, mujeres, y se libere a todas las personas secuestradas
  • Que se abran corredores humanitarios para asistir a la población civil.
  • Que dirigentes de los Estados sigan imponiendo sanciones a los Acuerdos con quienes no respetan el derecho internacional humanitario y cese el rearme, con un embargo militar integral, en búsqueda de una paz “desarmada y desarmante”
  • Que se dé fin a la guerra en Gaza, y se inicie la reconstrucción de las infraestructuras para una vida digna del propio pueblo palestino en su territorio, hasta consolidar una Paz con Justicia y reparación.

(Este texto es una adaptación del publicado por la Conferencia Episcopal Española, con la cual pocas veces estoy de acuerdo, pero en este caso lo suscribo al 100%. Solo he sustituido las referencias estrictamente religiosas a Jesucristo y al Papa, dejando íntegramente el contenido del comunicado)

Un contenedor de basura desbordado.

La escena es sencilla de imaginar: una calle con mil vecinas y vecinos que comparten un único contenedor de basura. Cada bolsa que cae dentro es un viaje en coche, un vuelo, una fábrica en marcha; es decir, una tonelada de dióxido de carbono. El problema es que el contenedor está diseñado para aguantar como mucho 300 bolsas al día, porque los bosques, los suelos y los océanos —nuestros sistemas de “reciclaje” naturales— solo logran absorber aproximadamente la mitad del CO₂ que emitimos y cada año están perdiendo fuerza. Aun así, hoy lo estamos llenando con mil bolsas, más de tres veces su capacidad. El desastre se anuncia solo.

Si ya es indignante la cantidad total, espera a ver quién la genera. Una sola persona de las mil de nuestra calle imaginaria, ese 0,1% situado en el ático acristalado, tira ella sola la friolera de setenta bolsas de basura diarias en nuestro contenedor. Las nueve personas siguientes —el resto del 1%— añaden 11 bolsas al día cada una, es decir, otras cien. El 9% acomodado, en el que seguramente nos encontramos por aquí, tiramos algo más de 3 bolsas y media al día, en total unas trescientas treinta. El 40% siguiente tira un poco más de 1 bolsa al día, y el 50% más pobre de la calle, no tiene ni para generar basura y tira apenas una bolsa a la semana, y, aun así, vive pegada al contenedor desbordado. Durante el periodo 1990-2015 el 1% más rico ya emitió el doble que el 50% más pobre, y en 2025 esas élites agotaron “su” cuota anual de carbono para el 10 de enero.

Así que tenemos dos problemas: uno es que tiramos el triple de basura del que debiéramos y otro es que tenemos a 1 persona que tira 70 bolsas de basura al día mientras otras 500 solo tiran una bolsa a la semana.

Frente a esta obscena desproporción, la ciencia climática plantea dos llaves maestras: reducir el volumen total de bolsas y repartirlas con justicia. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) calcula que, para no rebasar 1,5 °C, las emisiones mundiales deben caer cerca de un 70 % y alcanzar la neutralidad en torno a 2050. Trasladado a nuestra metáfora, habría que pasar de mil a trescientas bolsas diarias.

¿Cómo repartir ese recorte? La lógica es tan contundente como el problema: quien más bolsas tira y más recursos posee reduce primero. Al 0,1 % le toca bajar de setenta a dos bolsas; al resto del 1 %, de cien a ocho; al 9 % acomodado, de trescientas treinta a cuarenta. La clase media mundial debería reducir sus depósitos a la mitad-dos tercios. Y la mitad con menos ingresos, la que hoy apenas contamina, podría incluso aumentar algo sus bolsas para cubrir necesidades básicas de energía, transporte o alimentación digna. Así no solo liberamos espacio en el contenedor, sino que garantizamos que nadie quede sin luz ni calefacción mientras la azotea sigue iluminada como un árbol de Navidad.

El camino que la élite pretende vendernos es radicalmente distinto. Consiste en seguir llenando el contenedor y fiarlo todo a compensaciones, tecnologías milagro y un “crecimiento verde” que, de momento, jamás ha evitado que las emisiones sigan batiendo récords. Aviones un 20 % más eficientes terminan abarrotando aún más aeropuertos; plantar árboles mientras abrimos nuevas minas de carbón es como regar el jardín mientras se incendia la casa. Peor aún: los lujos “verdes” de alto poder adquisitivo absorben inversiones y materias primas que se necesitan para democratizar la energía limpia, retrasando la transición para la mayoría.

Frente a ese callejón sin salida, existe un sendero viable y emancipador. Pasa por prohibir o gravar de forma prohibitiva los juguetes de carbono extremo —jets privados, megayates, vehículos de tres toneladas—, implantar un impuesto progresivo al carbono personal que haga impagable un atracón de vuelos intercontinentales, cortar la financiación a nuevos proyectos fósiles y redirigir masivamente el dinero hacia renovables y transporte público. Lo recaudado debe destinarse a garantizar que los barrios sin recursos accedan a electricidad solar, cocinas limpias y líneas de autobús eléctrico; solo así la mitad pobre de la calle podrá vivir mejor sin que el cubo vuelva a rebosar.

La alternativa es dejar que un puñado de mansiones siga descargando furgonetas de basura cada noche mientras piden a la vecindad que recicle mejor sus mondas de fruta. Pero la física es innegociable: o vaciamos desde arriba y reducimos el total, o el contenedor seguirá explotando delante de todas. El reloj climático corre y cada bolsa que añadimos hoy será un metro cúbico de aire tóxico mañana. No se trata de sacrificios individuales frívolos, sino de exigir que quienes más ensucian asuman, por fin, el coste real de su derroche. Porque en esta calle sin salida de emergencia respiramos todas las personas, y la justicia —climática y social— es la única puerta que nos queda abierta.

La objeción fiscal a los gastos militares, más necesaria que nunca.

Cada primavera, cuando toca rendir cuentas a Hacienda, hay quienes no solo presentamos nuestra declaración del IRPF con rigor, sino también con conciencia. En Bizkaia, y en toda España, un grupo creciente de personas optamos por practicar la objeción fiscal a los gastos militares, una forma de desobediencia civil pacífica que cobra especial relevancia en el contexto actual, marcado por una preocupante escalada belicista a nivel global.

¿De qué se trata exactamente? La objeción fiscal consiste en desviar una parte simbólica de los impuestos —habitualmente entre 40 y 100 euros— que, en lugar de financiar el gasto militar del Estado, se destinan a proyectos sociales y de construcción de paz. Esta acción no pretende eludir impuestos, sino redirigirlos con un propósito ético. Quienes la practicamos asumimos con total transparencia esta decisión, comunicándola tanto a Hacienda como a la ciudadanía.

En Bizkaia, esta práctica tiene una larga tradición dentro de los movimientos antimilitaristas. Este año, sin embargo, hay un clima distinto. El aumento del presupuesto militar en los Presupuestos Generales del Estado, el rearme de Europa y la creciente normalización del lenguaje bélico en la política y los medios hacen que cada gesto de objeción gane peso. No se trata solo de rechazar la guerra con palabras, sino de hacerlo también con hechos, con el dinero de nuestros impuestos.

¿Y cómo se hace? El proceso es perfectamente abordable.

En la declaración de la renta, se calcula el importe simbólico que se quiere objetar —sin que ello afecte de forma significativa al resultado final— y se realiza un ingreso de ese importe a una entidad o proyecto social alternativo, como puede ser una asociación de derechos humanos, una red de ayuda mutua o un colectivo ecologista.

A continuación, en el borrador de nuestra declaración, vamos al apartado de nuevo concepto e incluimos en «sindicatos y partidos políticos» en concreto en partidos políticos, una nueva aportación equivalente a 5 veces la que hemos realizado al proyecto social de nuestra elección. De este modo, se deducirá de nuestro IRPF el 20% de esa anotación, es decir, exactamente la cantidad que hemos donado.

Además aportaremos el justificante de la donación y una carta explicando nuestros motivos. Por último, registraremos nuestra objeción en la lista del movimiento para que lo puedan contabilizar cuando se den los datos de la campaña.

Todo ello está perfectamente explicado en la web del movimiento en Euskadi, e incluso se puede pedir cita para que nos ayuden con el proceso. Si alguien quiere hacerlo y necesita una mano con los pasos, con los textos o simplemente con entender bien el procedimiento, puede escribirme sin problema. Porque hacerlo en compañía siempre es más fácil y más potente.

Cada vez que se dispara un misil, se recortan fondos para escuelas, hospitales o políticas sociales. Por eso, si compartes el rechazo a la guerra, si sientes que no puedes seguir mirando hacia otro lado mientras aumenta el gasto en armas, es el momento de actuar. No basta con indignarse en redes sociales o con comentar lo mal que va el mundo con la cuadrilla. Transformar esa indignación en una acción concreta, aunque parezca pequeña, tiene un valor enorme. La objeción fiscal es una forma directa, coherente y pacífica de decir basta. Porque lo que no se financia, no se perpetúa.

#ObjeciónFiscal #DesobedienciaCivil #Bizkaia #Paz #ImpuestosConConciencia #NoEnMiNombre #Antimilitarismo #CampañaFiscal2025

Ojo con las llamadas de las empresas de formación.

En los últimos tiempos ha proliferado un fenómeno preocupante: algunas empresas de formación se escudan en la supuesta obligatoriedad legal de ciertos cursos para presionar y, a veces, engañar a las PYMEs. Bajo amenazas de multas inminentes o de perder la bonificación disponible a través de programas oficiales, estos proveedores se aprovechan del desconocimiento de los empresarios para vender formaciones que, en muchos casos, ni siquiera responden a necesidades reales o no son exigidas por ley.

El problema se agrava cuando estas tácticas incluyen llamadas telefónicas donde, sin ofrecer la información necesaria por escrito y con un discurso de urgencia, se induce a la contratación de cursos sin un consentimiento plenamente consciente. Se trata de una práctica que roza el fraude y que, sin lugar a dudas, resulta muy poco ética. Esta situación genera desconfianza en el mercado y afecta a las numerosas empresas de formación que sí trabajan con profesionalidad, transparencia y rigor para ofrecer un servicio realmente útil.

La confusión de quienes reciben este tipo de propuestas nace, en parte, de la desinformación sobre las verdaderas obligaciones en materia de formación. Muchas PYMEs, por miedo a posibles sanciones o a perder la ayuda económica disponible, terminan firmando contratos sin haber comparado ofertas o verificado la legalidad de esos supuestos requerimientos.

Una empresa de menos de 50 trabajadores, independientemente del sector de actividad, ha de disponer del correspondiente plan de prevención de riesgos laborales, así como de un protocolo de prevención de la violencia sexual y otro protocolo de desconexión digital. Según la actividad, puede necesitar también un protocolo de protección de datos, o de prevención del blanqueo de capitales, o cursos específicos como los de manipulación de alimentos, alergias o prevención de legionella.

En los protocolos mencionados, se indica normalmente algunas medidas de formación, pero para empresas de menos de 50 trabajadores no hay unos cursos obligatorios sin cuya realización la empresa pueda ser sancionada administrativamente.

Así que, si una empresa de formación te llama para avisarte de que o haces con ellos urgentísimamente un curso de nosequé, que te va a salir gratis, o te arriesgas a un multazo, mejor llama primero a tu asesoría o a tu empresa de formación de confianza y te ahorraras tiempo, dinero y problemas.

Despedir no es un derecho empresarial.

Los autónomos y las pequeñas empresas suelen tener muchas dificultades a la hora de gestionar los aspectos legales de las contrataciones laborales. Esto se debe por un lado a que se trata de cuestiones que requieren un conocimiento especializado y por otro lado a que tienen que hacer uso de dicho conocimiento de manera muy esporádica, por lo que cada situación se acaba convirtiendo de nuevo en «la primera vez».

En nuestro despacho vemos cada día multitud de estas situaciones y una de las más habituales es que se quiere despedir a un trabajador, bien porque no hay sintonía con él, porque ha hecho algunas cosas que no han gustado a su empleador, o porque el negocio está pasando por una mala racha, etc.

Lo cierto es que legalmente no existe un derecho del empleador a despedir de manera genérica, ni siquiera «pagando» como a veces se nos plantea.

Los tipos de despido:

De manera muy simplificada, podemos decir que solo existen dos tipos de despidos: los disciplinarios y los objetivos. En ambos casos se requiere la existencia de unas causas preestablecidas, no solo la voluntad del empleador de querer despedir, y también hay que cumplir unas formalidades.

El despido disciplinario implica que el trabajador ha cometido alguna, o algunas faltas de suficiente gravedad como para que su empleador lo pueda sancionar con un despido. No requiere preaviso, ni conlleva indemnización, pero sí es necesario notificarlo por escrito.

En este caso el despido es una sanción, y por lo tanto debe de haberse producido una falta que o bien en el Estatuto de los Trabajadores o en el convenio del sector, lleve aparejada dicha sanción. Y habrá que demostrar que efectivamente se ha producido dicha falta, y que se ha seguido el procedimiento de comunicación y de audiencia previa al trabajador (importante esto último según recientísima doctrina del Supremo).

El despido objetivo es aquel en el que se produce una causa admitida por el Estatuto de los Trabajadores para un despido. Básicamente se trata de causas económicas, organizativas internas, por reducción de rendimiento o por obsolescencia profesional. Aunque parecen causas en las que podría caber cualquier cosa, la realidad es que la empresa tendrá que demostrar objetivamente que efectivamente la causa existe. Este despido debe notificarse también por escrito y con un preaviso de 15 días (o abonarlos en el finiquito) y conlleva una indemnización de 20 días por año trabajado (que ha de abonarse en el momento en el que se notifica el despido).

En caso de que el trabajador no esté conforme con su despido, tendrá 20 días hábiles desde la notificación del mismo para presentar una «papeleta de conciliación» ante el SMAC del Gobierno Vasco, en la que solicitará que la empresa admita que el despido ha sido improcedente o nulo. En caso de no haber acuerdo, el trabajador tendrá disponible la vía jurisdiccional.

La calificación del despido:

El despido, ya sea disciplinario u objetivo, puede ser finalmente declarado por el tribunal como procedente, en cuyo caso queda como se realizó, o como improcedente, en cuyo caso la empresa elige entre abonar al trabajador una indemnización de 33 días por año trabajado (si ya abonó los 20 días del despido objetivo, añadiría 13) o reincorporar al trabajador a su puesto, abonando los salarios desde la fecha del despido hasta la reincorporación.

Si el despido se declara nulo porque además de ser improcedente, se ha producido una vulneración de derecho fundamentales (la causa real del despido se demuestra que es por raza, religión, género, por haber reclamado derecho laborales, por estar de baja o de reducción de jornada por crianza, etc) será el trabajador quien podrá elegir entre la indemnización antes mencionada más los «salarios de tramitación» (es decir, el sueldo desde el despido hasta la resolución judicial), o la reincorporación y el abono de dichos salarios.

Dejamos para otro momento cuestiones importantes también como las indemnizaciones complementarias que están imponiendo algunos juzgados, la no superación del periodo de prueba, o el «auto despido» en determinadas circunstancias.

El papel de los ultrarricos en la crisis climática: ¿Mad Max o Elysium?

En los últimos años, hemos visto cómo huracanes más intensos, temperaturas récord y sequías prolongadas pasan de ser noticias esporádicas a sucesos que se repiten con alarmante frecuencia. Pero lo que a menudo se oculta tras estas catástrofes es un factor clave: la huella de carbono desproporcionada que generamos quienes vivimos en el llamado «primer mundo», y de manera muy especial los ultrarricos. ¿Por qué sucede esto y qué podemos hacer al respecto? La clave para enfrentar el cambio climático pasa, necesariamente, por replantearnos la desigualdad global.

Diversos estudios señalan que la riqueza extrema acarrea también un consumo de recursos extremos. Un informe de Oxfam concluyó que el 1% más rico de la población mundial emite más del doble de dióxido de carbono que el 50% más pobre. Pensemos en yates, jets privados, mansiones climatizadas y una vida llena de lujos que consumen cantidades obscenas de energía y todo tipo de recursos. Cuando multiplicamos ese nivel de gasto por el volumen de las personas con mayor poder adquisitivo, el impacto medioambiental se dispara.

En contraste, la gran mayoría de la población mundial lucha por cubrir necesidades básicas y salir de la pobreza. Estas comunidades, aunque consumen muy poco en términos de energía y materias primas, son las que más sufren las consecuencias del cambio climático: sequías que arruinan sus cultivos, aumento del nivel del mar que inunda sus aldeas costeras o cambios drásticos en los patrones climáticos que afectan sus fuentes de alimento. Ante este panorama, es innegable la necesidad de actuar con urgencia.

Si somos honestos, sabemos perfectamente que es absolutamente imposible que toda la población mundial alcance el nivel de vida que tenemos en el primer mundo, lo cual implica que seguir como estamos solo conduce a dos caminos posibles: o al colapso climático del planeta y con él de toda la humanidad, o a la bunkerización del primer mundo y el mantenimiento por la fuerza del resto de la población en la miseria, el hambre y la enfermedad.

Por este camino solo vamos hacia Mad Max o hacia Elysium, y ninguno de los dos parecen sitios en los que te gustaría vivir si no eres parte del 1% de ultrarricos.

Pero hay otros caminos. La realidad es que podemos vivir mucho mejor con mucho menos, porque realmente no necesitamos irnos de vacaciones a los confines del mundo cada fin de semana, ni cambiar cada seis meses nuestros dispositivos digitales, ni renovar nuestro armario cada quince días, ni comer productos exóticos todos los días del año. Si lo pensamos un segundo, todas estas cosas en realidad son las que necesitan los ultrarricos para seguir siéndolo, y por el camino nos llevan al desastre.

No necesitamos todas esas cosas que nos están matando, y sin embargo necesitamos muchas otras que nos harían vivir mucho mejor: necesitamos reconectar con la naturaleza y con la tierra, necesitamos compañía, amistades y cuidados, necesitamos tiempo, necesitamos vivir más despacio, poder cuidarnos, necesitamos más comunidad y menos individualismo.

Y no podemos esperar a un cambio global planetario, tenemos que empezar ya, cada cual en nuestra casa, en nuestra empresa, en nuestro barrio y en nuestro pueblo. Individual y colectivamente. Tenemos que armar nuevas alianzas sociales, tenemos que contar la verdad y exigir a la política que aborde la situación. Tenemos que construir redes, alianzas, complicidades y comunidades.

Yo no se tú, pero yo no voy a quedarme esperando a ver si al final me llevan a Mad Max o a Elysium.

Bielsa es mi Zenon

Marcelo Bielsa en su época de entrenador del Athletic de Bilbao

Una herramienta que nos proponen nuestros amigos estoicos es tomar alguna persona o personas de referencia y que nos sirvan como inspiración y también como recordatorio.

Alguien que pueda personificar para ti todo aquello a lo que aspiras, que se comporte como a ti te gustaría comportarte y que con su «presencia» te ayuda a mejorar y te recuerda cómo hacer las cosas, y te guía en la incertidumbre.

Una persona a la que conozcas lo suficiente como para saber que puedes identificarla con aquellos valores y prácticas que deseas cultivar, pero de la que no sabes tanto como para perderte con sus defectos y fallas, que sin duda los tendrá.

Una persona a la que «idealizar» en el buen sentido, que nos sirva de medida, de ideal (siendo conscientes de que en realidad esa persona no es la real, sino una imagen purificada que nos hemos hecho), y que por se ideal precisamente nos resulta de utilidad para el camino. Es nuestra estrella polar, que nos guía pero a la que nunca llegamos por mucho que avancemos.

Cuando te enfrentes a cualquier situación, pregúntate qué hubieran hecho Sócrates o Zenón, y sabrás cómo actuar. EPICTETO

Elige alguien cuya forma de vida quieras emular. Tenlo siempre presente como un ejemplo a seguir. Necesitamos un estándar contra el que medirnos, alguien recto que pueda enderezar al torcido. SÉNECA

No podemos elegir a nuestros padres, porque los asigna el destino. Pero podemos elegir de quienes queremos ser hijos. SÉNECA

Para mí esa persona es el grandísimo entrenador Marcelo «el Loco» Bielsa, a quien ya he mencionado en alguna ocasión antes en el blog.

No le conozco personalmente, solo por sus declaraciones, por sus actuaciones, por libros, documentales y entrevistas. Como cualquier persona tendrá un millón de defectos y seguro que si lo conociera personalmente no me serviría de referente precisamente por eso, pero su imagen idealizada me resulta muy útil porque me ayuda, porque mi imagino qué haría «el Loco» ante las situaciones en en las que yo me voy encontrando.

Y obviamente soy yo quien se inventa la respuesta, pero al personalizarla en él, me ayuda a concretarla y a desarrollarla. Y muchas de sus palabras y actuaciones son auténticamente inspiradoras para mí, aunque obviamente no eran su original propósito.

Solo un ejemplo de cómo con su conducta y su forma de actuar me sirve (intuyo que a muchas más personas) de referente:

En 2019 estaba entrenando al Leeds, equipo de la segunda división inglesa. En un partido trascendental en el que la victoria le daba la posibilidad de ascender directamente a la primera división, su equipo marcó un gol que le ponía por delante en el marcador a falta de menos de veinte minutos para finalizar el partido. Pero el gol estuvo precedido de una jugada en la que su equipo debió haber parado el juego y, aunque el gol fue totalmente «legal» no fue «justo».

Bielsa hizo una aplicación brutal del valor del «coraje» (hacer lo correcto independientemente de las consecuencias) e indicó a su equipo que debía dejarse meter un gol para poner la situación en el mismo punto anterior… algo increíble. El partido acabó en empate perjudicando gravemente las posibilidades de ascenso del equipo (de hecho no pudo ascender hasta la siguiente temporada), pero hicieron lo correcto, y eso era más importante que cualquier otra cosa para Bielsa.

Problemas de ricos

Photo by Andrea Piacquadio on Pexels.com

«Eso que te pasa son problemas de ricos», es una expresión que suelo utilizar a veces con mis hijos y mucho más a menudo conmigo mismo. Es una frase que automáticamente me ayuda a relativizar el problema de que se trate, y rebajarlo a la condición de simple disgusto, o pequeña incomodidad.

Para mí un «problema de rico» es un problema que solo lo es desde la mirada de alguien que ya tiene resueltos otros problemas mucho más grandes. Es un poco la broma que solemos hacer cuando vemos un palacio o una de esas casas de las personas ultramegasuper ricas, y nos decimos con desdén «buf, menudo trabajo será pasar la aspiradora ahí todos los sábados»

Un «problema de rico» por ejemplo es no sentirte plenamente realizado en tu trabajo, o no tener claro tu propósito vital. No significa que no sea deseable sentir esa plenitud y tener una claridad en el propósito, sino que hay que ponerlo en contexto y en escala. Quiero decir que en la escala de los problemas laborales, por ejemplo, lo primero sería no poder acceder a un trabajo, o que no esté dignamente remunerado, o que no tenga suficiente estabilidad en el tiempo, o seguridad física, o que sea muy penoso, o que se desarrolle en un entorno laboral muy toxico… y que no te haga vibrar todos los días estaría unos cuantos escalones más allá. Es como el que saca un 8 en un examen y le duele no haber sacado un 9… está muy bien aspirar y buscar el máximo, sabiendo bien dónde estás.

Lo mismo pasa con otro tipo de «riquezas», por ejemplo con la salud, con las relaciones, con los sueños, con la familia… muchas veces me digo a mí mismo algo así como «agradece que tu problema es porque eres rico en esto«, y me ayuda mucho a ponerme en otro lugar.

Los pequeños comportamientos del día a día que nos hacen mejores personas

Hay toda una serie de comportamientos que siempre me han desagradado profundamente. Antes realmente me enfadaban mucho aunque ahora he aprendido a controlar ese enfado y simplemente los observo y pienso para mí «observa, presta siempre atención para no hacer lo mismo».

Me refiero a esas pequeñas cosas que mucha gente hace en el día a día y que no harían si prestasen un poquito de atención a su alrededor: plantar el coche en mitad de un paso de cebra, dejar el carro de la compra en el centro del pasillo del super, caminar por la acera en paralelo bloqueando el paso a cualquier otra persona, sentarse en el metro ocupando asiento y medio, etc, etc.

Soy consciente de que son minucias, cosas que la gente hace sin darse cuenta. Estoy seguro de que yo también las he hecho, y seguiré haciendo algunas sin percatarme.

Pero pienso que precisamente prestar más atención a estas pequeñas cosas que hago en cada momento y cómo eso puede estar repercutiendo en otras personas y en mi entorno cercano, es un buen «entrenamiento» para cuando se presentan situaciones de mayor calado y en las cuales uno debe dejar de mirarse el ombligo y pensar también en las personas que tiene alrededor.

Cada día tenemos mil ocasiones de mostrarnos amables, empáticos y responsables, y qué mejor que aprovecharlas al máximo.

Además, esas «pequeñas» acciones se van convirtiendo en un hábito para nosotros y nos van modelando el carácter y el comportamiento, y eso acaba transformándonos y transformando el mundo que nos rodea.

Así que la próxima vez que vayas a dejar el coche en cualquier lado, o que te sientes en el metro, piensa en si lo que estás haciendo está fastidiando a alguien a tu alrededor, toma conciencia de que no estás a solas en el mundo y ponte en los zapatos de quienes están a tu lado para comportarte de la mejor manera posible.

¿Salud, dinero y amor?

«Las circunstancias no hacen al hombre, solo lo revelan.» – Epicteto

¿Se puede ser feliz viviendo en la pobreza o en la enfermedad? ¿El dinero da la felicidad o es justamente al contrario? ¿Buscar el éxito económico o un estado físico saludable son metas que nos aportan felicidad?

Muchas religiones, filosofías e ideologías han tratado de dar respuesta a estas preguntas a lo largo de los siglos, y hay visiones para todos los gustos, desde el cinismo que propone que la felicidad es vivir sin nada, como los perros (de ahí su nombre) hasta el capitalismo más salvaje que promulga la acumulación de la riqueza como medida absoluta del éxito en la vida.

Hace unos cuantos años escribí en el blog mi idea sobre la felicidad. Tengo que reconocer que con el tiempo y la inspiración del estoicismo he variado un poco esa idea.

Para el estoicismo, lo primero es entender que la felicidad solo se consigue centrando nuestros esfuerzos en aquellas cuestiones que podemos hacer que dependan exclusivamente de nosotros mismos, es decir, nuestros pensamientos y nuestros comportamientos.

Como ya veíamos en otro artículo anterior, para tener una vida plena y con sentido, hemos de trabajar un estado emocional de armonía y serenidad y comportarnos en la vida con sabiduría, coraje, justicia y templanza.

Alcanzar la felicidad en el sentido de alcanzar esa mejor versión posible de nosotros mismos es precisamente llegar a hacernos dueños plenamente de nuestros sentimientos, pensamientos y acciones, liberándolos de todo condicionante externo y en consecuencia asumiendo nuestra vida con total y absoluta responsabilidad.

Tener más o menos dinero, salud, fama o poder son cuestiones que no dependen exclusivamente de nosotros y por lo tanto son aspectos de nuestra vida que son «indiferentes» para alcanzar la felicidad que comentamos.

«Indiferentes» no significa, por ejemplo, que nos de igual tener salud o no. Es preferible tener salud, y es bueno y correcto hacer aquello que nos ayuda a estar más saludables, siempre con dos condicionantes: uno, que lo que hagamos para lograrlo no vaya en contra de la «virtud», y dos, que asumamos que incluso haciendo todo lo que esté en nuestra mano, es posible que no alcancemos lo que buscamos y eso no debe ser motivo para nuestra desdicha.

Por supuesto es mejor tener medios económicos para disfrutar de una vida desahogada que vivir en la miseria, pero, si lo conseguimos actuando en contra de la justicia, de la sabiduría, del coraje o de la serenidad, en lugar de alcanzar la felicidad estaremos justamente en el lado contrario. Y por otro lado, si a pesar de nuestros esfuerzos no alcanzamos ese nivel económico, o si el infortunio nos lo arrebata, eso no es un impedimento absoluto para alcanzar la felicidad de la que habla el estoicismo.

En consecuencia:

  • ¿Se puede ser feliz en la pobreza o la enfermedad? Sí, por supuesto. Ambas cosas están fuera de lo que depende en exclusiva de nosotros y por lo tanto no debemos poner ahí nuestra felicidad.
  • ¿Entonces da lo mismo vivir en la miseria que tener una vida desahogada o tener salud que enfermar? No, no da lo mismo. Es preferible no vivir en la pobreza o la enfermedad, pero no podemos controlarlo completamente, ni debemos anteponerlo a llevar una vida sabia, justa, honesta y serena.
  • ¿Para qué entonces llevar hábitos saludables o esforzarse en la vida si la riqueza y la salud no dependen de nosotros? No dependen completamente, en lo que depende de nosotros y no nos desvíe de hacer lo correcto, es preferible intentar lograrlo.

Tal y como yo lo entiendo, la vida es como un jugar a un deporte (pon el que más te guste) por ejemplo, jugar un partido de futbol, en el que mi objetivo no es ganar el partido sino jugar lo mejor posible, dando el máximo de mi potencial, jugando limpiamente, respetando al rival y actuando con serenidad y buen ánimo en todo momento. Haciendo todo ello tengo muchas probabilidades de ganar el partido, pero hay mil factores más que influyen por lo que el resultado me será indiferente, aunque prefiera ganar, y mi felicidad, mi satisfacción, será haber jugado lo mejor posible.

La vida no te pide ganar el partido sino poner lo mejor de ti mism@ mientras juegas.


PD IMPORTANTE: Este blog es un espacio de conversación. Te agradezco infinitamente si dejas algún comentario, reflexión, opinión, contraste, idea alternativa o lo que quieras, siempre con educación y con ánimo de profundizar, crecer e inspirarnos mutuamente. Gracias!