Compartir con alguien tus «cuitas», tus pensamientos, es una herramienta muy valiosa también.
Una conversación con alguien que te quiere, alguien de tu familia o una amistad, puede ser muy reveladora y sanadora. Porque al verbalizar los pensamientos, lo materializamos y muchas veces solo con eso pierden buena parte de su poder negativo.
En otras ocasiones, la conversación nos ayuda a buscar otro punto de vista diferente, una perspectiva de la que no nos habíamos percatado.
Cultivar relaciones que te puedan aportar esta posibilidad en un momento dado es una labor muy importante en tu vida. Haz recuento mental de a cuantas personas podrías pedir que te escucharan durante una hora y que te pudieran dar contraste valioso…
Y por otro lado, has de tener la disposición para hacer lo mismo con otras personas, siendo tu en este caso quien sirva de contraste y de ayuda cuando lo necesiten. No solo es pedir, también es dar.
No siempre es fácil dejarse ayudar, aconsejar, contrastar. Necesitas un poco de humildad y dejar tu ego a un lado por un tiempo, y abrir tu mente, y escuchar, no solo hablar, y todo ello es complicado cuando estás en una situación de preocupación o de angustia.
Pero los beneficios son abrumadores y conocidos.
No te avergüences de pedir ayuda. Como un soldado atacando una muralla tienes una misión que lograr. ¡Y qué si te han herido y necesitas apoyarte en un compañero! MARCO AURELIO
Creo que una de las cosas que más satisfacción me produce es «hacer lo correcto».
No en el sentido de hacer lo socialmente aceptado, sino hacer lo que considero que está bien hacer. Es decir, ser coherente con mis ideas, conseguir aunque sea momentáneamente hacer coincidir mis ideales con mis acciones.
Y no precisamente porque lo consiga muy habitualmente. Supongo que como cualquier otra persona, soy una «contradicción con patas» ya que me cuesta mucho compaginar mi día a día con mis sueños: sueño con un mundo donde la desigualdad no te condene a muerte o a una vida de mierda… sueño con un mundo donde la humanidad viva en armonía consigo misma y con el resto de la naturaleza… sueño con un mundo donde reine la verdad, la solidaridad y el bien común…
Pero luego es difícil (a mí al menos me resulta difícil) trasladar esos sueños a lo que tengo que hacer mañana por la mañana.
Por eso, cuando se da la situación en la que hago algo (por pequeño que sea, que lo suele ser) que conecta perfectamente esos sueños con ese día a día, me hace sentir inmensamente feliz. Además, normalmente, es algo de lo que nadie se da cuenta más que yo mismo y eso me hace más feliz aún (a pesar de todo lo que me gusta el reconocimiento de otras personas, por supuesto)
Supongo que esto es lo que los estoicos llaman el «coraje»: hacer lo que sabes que es correcto, independientemente de las consecuencias, del reconocimiento y de todo.
Primero pregúntate quién quieres ser. Después haz lo que tengas que hacer. EPICTETO
No es nada fácil saber realmente quién quieres ser, saber cual es el auténtico propósito que le quieres dar a tu vida. Al menos a mi no me resulta nada fácil y eso que es una cuestión sobre la que llevo media vida reflexionando. Afortunadamente me queda otra media por delante para acabar por descubrirlo 😉
Durante mucho tiempo creí que mi propósito era «hacer lo que estuviera en mi mano para convertir el mundo en un lugar mejor», y he dedicado mucho tiempo y mucho esfuerzo desde diferentes lugares para lograrlo… hacer algo importante, relevante, que generase impacto real y positivo, que perdurase… por ahí han ido siempre mis pensamientos y mis acciones.
Pero con el tiempo me he dado cuenta de que el sentido de mi vida no puede estar dependiendo de cuestiones que están realmente fuera de mi ámbito de control y que verdaderamente solo buscan alimentar mi ego.
He de seguir con mi búsqueda, pero en otro lugar… no fuera de mí, sino dentro de mí, en la intención profunda de lo que siento, de lo que pienso y de lo que hago.
Quizá la búsqueda sea parte del mismo propósito.
Explorar en zonas más profundas, en lugares menos obvios, con un mayor grado de sinceridad, con más serenidad y con más confianza.
Habitualmente eres una persona pacífica y tranquila, comprensiva y empática. En muchas situaciones en las que otras personas se enfadan y se enojan, tú mantienes la calma sin demasiados problemas.
Pero no siempre es así, y también se dan situaciones(*) en las que tu ira brota descontrolada desde tu interior, tu corazón bombea con toda su energía hinchando tus venas, una suerte de presión interior empuja con todas sus fuerzas para salir al exterior, caminas agitadamente, tu cabeza parece a punto de reventar, tienes ganas de explotar, de gritar, de arrasar con todo, de soltar las verdades, de cantarles las cuarenta, de pararles los pies de una vez…
En esos momentos una voz no para de decirte que tienes todo el derecho a ponerte en ese estado; no solo eso, te dice que es imposible no dar rienda suelta a la ira, que es insensato no hacerlo, que es una cobardía no responder, que tienes que hacer algo por respeto a tí mismo…
Y la experiencia (ya de unos cuantos años) te dice que siempre, siempre, siempre, que te has dejado aconsejar por tu ira, las cosas no han mejorado en nada, ni has resuelto nada, ni siquiera te has sentido mejor o desahogado.
Sin embargo, las veces que has conseguido postergar la respuesta, dejar para otro día esa conversación, contestar más tarde a ese mensaje, respirar y pensar en otra cosa mientras te están «buscando», las veces que has dejado que la presión de tu olla se fuese bajando poco a poco, siempre, siempre, siempre, ha sido para bien, después te has sentido a gusto y todo ha ido mejor.
Postergar. En este caso es la gran estrategia, la auténtica solución. No pensar en nada más, solo en dejarlo pasar y responder en otro momento, nunca en «el» momento. Pasado un tiempo, a menudo muy breve, todo lo ves de otra manera, mucho menos dramática, mucho menos trágica, mucho menos importante.
Postergar es la mejor opción para entrenar la sana indiferencia que se necesita para convivir con otras personas.
Recuerda a tus buenos consejeros estoicos con sus abundantes consejos sobre este tema:
La ira incontenida es frecuentemente más dañina que la injuria que la provoca. SÉNECA
La ira es un ácido que hace más daño al recipiente que la almacena que al objeto sobre el que se vierte. SÉNECA
La ira es como una piedra en caída libre, que se va descomponiendo contra las mismas cosas que golpea. SÉNECA
La mejor acción correctiva contra la ira es la postergación de la respuesta. Su primer asalto es duro, pero se debilitará con la espera. SÉNECA
Nuestra ira suele durar más que el daño que nos produjo la fuente de esa ira. SÉNECA
Mantenemos los fallos de los demás delante de nuestros ojos, y los nuestros propios tras nuestra espalda. SÉNECA
¿No quieres irritarte? No indagues más de la cuenta. Los que están siempre preguntando qué han dicho de ellos los demás solo conseguirán enfadarse más. SÉNECA
El vicio de otros no puede penetrar tu mente a menos que lo permitas. Es por ello más importante hacer algo primero sobre tu propia ira, y después sobre su causa. SÉNECA
Cualquier persona capaz de hacerte enfadar se convierte en tu dueño. EPICTETO
No importa la ofensa que nos dan, sino cómo la recibimos. SÉNECA
Es mucho mejor curarse que buscar venganza por el daño. La venganza desperdicia mucho tiempo y te expone a nuevas heridas. MARCO AURELIO
(*) Me refiero siempre a situaciones en las que alguien dice algo o tiene un comportamiento determinado que me resulta absolutamente irritante. No situaciones de agresión o que haya un posible daño hacia mí o hacia los míos. Son situaciones de daño emocional, o lo que a mí me parece en ese momento un daño emocional.
Vivimos en un mundo cada día más complejo en el que no es nada fácil comprender lo que sucede, sus causas y consecuencias, nuestro impacto en el entorno… en ocasiones me siento abrumado por toda esta complejidad y eso me lleva a la frustración y a la parálisis.
Como dijo alguien que seguro recordareis: «it’s very difficult todo esto» 🙂
De vez en cuando tengo que recordarme que en realidad las cosas son bastante sencillas y que basta con tener claras algunas actitudes en la vida y desarrollar algunos buenos hábitos:
Actitudes:
Se agradecido.
Se amable con todas las personas.
No mientas.
Hábitos:
Haz un poco de ejercicio moderado cada día, mejor si puede ser al aire libre.
Desde la vuelta de vacaciones en septiembre están siendo unas semanas muy apropiadas para ejercitar la capacidad de distinguir lo que está en tu zona de control y lo que no (la famosa dicotomía del control) y sobre todo a mantener la serenidad frente a lo que está fuera de ella y a actuar sobre lo que está dentro.
Viéndolo ahora con un poco de perspectiva, has ido mejorando. Empezaste realmente mal, con mucha frustración y angustia porque las cosas no eran como tú querías, como tu habías imaginado… pero poco a poco has podido ir mejorando, evolucionando a poquitos, descubriendo y descubriéndote.
Y con todo ello has podido aprender, otra vez, algunas cosas interesantes que será bueno que no olvides, que seas capaz de mantener en tu comportamiento diario como que nada es tan malo como parece, que mucho depende de cómo vives lo que te sucede y que hay que mantener una cierta «indiferencia» frente a todo, que la vida nos puede poner pruebas tremendamente duras, de las que realmente desconocemos su verdadero final.
Has sufrido, has disfrutado, has decidido, has vivido y lo has hecho tomando conciencia en cada momento.
Miras atrás con serenidad y observas tu evolución.
Miras al futuro y sueñas con hacer realidad tus sueños.
El pasado ya no te daña, solo te enseña.
El futuro está por escribir, haz tu parte.
El presente es lo único que verdaderamente tienes, no lo pierdas!
Lo hago casi todos los días, o al menos cuatro o cinco por semana. Escribo en cuadernos en papel.
Hasta hace poco lo escribía por la mañana, a primerísima hora, antes de hacer ninguna otra cosa. Desde hace poco lo escribo por la noche, después de cenar, cuando estoy tranquilo antes de ir a dormir.
Reflexiono sobre mi día, sobre mi estado de ánimo, sobre las cosas importantes que han sucedido, escribo mis respuestas a cuatro preguntas fundamentales que me hago cada día… con ello busco acercarme lo más posible a ser la persona que realmente quiero ser, cosa que no es tan sencilla como parece ya que la vida parece confabularse cada minuto para poner en mi camino infinidad de distracciones, problemas, estímulos contradictorios, sorpresas, posibilidades alternativas, etc, etc, etc…
A veces releo lo que escribía hace un año o dos, y a veces releo varios meses y me redescubro y veo las corrientes de fondo de mi vida, y entiendo lo que me pasa hoy porque leo lo que me pasaba el año pasado.
Además escribir el diario me ayuda a sacar temas de mi cabeza, es como si los dejase ahí guardados para otra ocasión, para cuando toquen, ya no necesito tenerlos todo el rato en mente para que no se me olviden.
Escribir es terapéutico, esto se sabe desde hace muchísimo tiempo, pero para mí es como conversar conmigo mismo, pero por escrito. Siempre me ha gustado más escribir que hablar (y mira que me gusta hablar…) Las cosas importantes, si puedo, las digo por escrito porque puedo pensar mejor lo que quiero decir y cómo lo quiero decir. Y las conversaciones con uno mismo siempre son importantes.
No suelo dar consejos en mis post. La mayoría son partes de ese diario personal que me apetecen compartir, pero hoy sí quiero darte un consejo que estoy completamente seguro de que te va a ir bien: elige un cuaderno, un bloc o lo que quieras, y empieza hoy mismo un diario… no te vas a arrepentir.
Quizá a otras personas les resulte de otra manera pero a tí siempre te pasa parecido: te enfadas porque otras personas no hacen o dicen o piensan lo que a tí te gustaría que hicieran, dijeran o pensasen, ¿y qué consigues?… Frustración, mal humor, pagarlo con quienes no tienen arte ni parte, culpa, ira, pérdida de energía… vamos, una maravilla.
Lo que otras personas hacen, dicen o piensan está fuera de tu control, fuera de tu responsabilidad, fuera de tu competencia y por lo tanto debiera afectarte algo así como cero.
Todo esto lo sabes perfectamente. Entonces, ¿Qué utilidad sacas de enfadarte? Porque todo lo que hacemos tiene un para qué, tiene una utilidad, lo hacemos porque nos reporta un beneficio. ¿Cuál es tu beneficio para estar enfadado?
Te enfadas para satisfacer a tu ego. Porque se ha visto herido al no conseguir que otras personas se amolden a él y entonces se tira al suelo y patalea con una rabieta como de niño pequeño, porque tu ego no quiere admitir ni de lejos que las demás personas puedan hacer, decir o pensar lo que les de la gana sin pedirte permiso.
La próxima vez que te enfades, recuerda esta imagen de tu ego pataleando en el suelo y verás qué rápidamente se te pasa.
Hay personas a las que la vida les trae todo lo que cualquiera podría desear, dinero, fama, éxito, amor, amistad, poder, talento… y sin embargo son tan profundamente infelices como para acabar perdiendo la propia vida.
El otro día vi el documental «Belushi» sobre la espléndida vida y trágica muerte del grandísimo actor, músico y sobre todo cómico que fue John Belushi. A mi me encantaba su música, tanto que durante mucho tiempo tuve como tono de llamada del móvil una de sus canciones.
En 1978 John protagonizaba la más taquillera comedia de la historia del cine «Desmadre a la americana«, su banda «The Blues Brothers» alcanzaba el número uno en todas las listas con su primer disco «Briefcase Full of Blues», y su programa en TV «Saturday Night Live» no solo batía todos los records de audiencia, sino que era la referencia de la cultura popular del momento. Pero la vida no solo le sonreía en los profesional, a su alrededor tenía el amor incondicional de personas como su pareja de toda la vida, Judy o su inseparable amigo Dan Aykroyd.
Según todas las personas que le conocieron, John Belushi era el tipo más divertido, talentoso, sensible y amable que habían conocido. La típica persona que todo el mundo adoraba según entraba por la puerta.
Solo 4 años después, a los 33 años, John fallecía por sobredosis de cocaína y heroína, en un más que previsible final vista su desenfrenada carrera por el mundo de las drogas.
¿Por qué?
¿Por qué alguien que aparentemente lo tenía todo sería tan infeliz como para querer autodestruirse?
Imagino múltiples factores, y por supuesto no sería descartable algún tipo de problema en su salud mental. Además la experiencia con las drogas no es tan sencilla como las tomo y las dejo. Como cualquier adicción, requieren de mucho esfuerzo y tratamiento especializado.
Pero aún así… incluso con todas esas cuestiones, hay algo que podemos aprender del gran John Belushi: no solo importa lo que la vida te trae, sino también cómo te haces cargo de ello, sea lo que sea.
En el documental varios amigos cercanos cuentan que John tenía «hambre» de todo lo que la vida le podía ofrecer, y que lo tomaba todo sin medida, ya fuera el éxito, el trabajo, el amor, las drogas, la fama o lo que fuese.
Como decía antes, seguro que hay otros muchos factores y no pretendo responsabilizarle en exclusiva de su destino final, y sí creo que podemos extraer algún aprendizaje interesante para nuestra vida, y no puedo evitar acordarme de esta cita de mi maestro estoico Epicteto:
Recuerda que en la vida debes comportarte como en un banquete. ¿Te ofrecen algo? Extiende tu mano y toma tu parte con moderación. ¿Ha pasado de largo? No lo detengas. ¿Aun no ha sido ofrecido? No extiendas tu deseo hacia ello; espera que llegue a ti. Haz esto en relación con hijos, esposa, cargos públicos, riquezas, y llegarás a ser un digno participante del banquete de los dioses (Enquiridión, 15).
Cuando algo te motiva, te gusta o te emociona, qué fácil es todo!
Pero en la vida no todo lo que tienes que hacer en cada momento es lo que más te motiva o te apetece. En ocasiones (según las temporadas, a veces en muchas ocasiones) tienes que hacer cosas que no te apetecen en absoluto.
Son cosas que sabes que debes hacer, y que está bien que las hagas. Incluso cosas que te hacen bien, pero que te cuestan o no siempre te motivan lo suficiente.
Pero estás acostumbrado a funcionar básicamente con el «motor» de la motivación, y ese es un buen motor que va fenomenal cuando se puede usar, pero ¿qué pasa cuando no tienes la motivación, pero tienes que hacer igualmente lo que debes?
Ahí es cuando tienes que poner en marcha el motor del coraje, o de la disciplina, como lo quieras llamar.
Es un motor más difícil de usar, porque requiere un mayor esfuerzo y requiere entrenamiento y fuerza de voluntad en su uso.
Es además un motor que no estás muy acostumbrado a usar porque si no puedes usar el motor de la motivación tu tendencia es a abandonar. De alguna manera tienes instalada la creencia de que solo merecen la pena las cosas que se pueden hacer por la motivación, pero en realidad no es una creencia correcta. Obviamente es mejor actuar con motivación, pero no siempre es posible y si solo tienes ese motor tu capacidad de hacer lo correcto, de hacer lo que debes, se queda muy limitada.
El coraje, la disciplina, es algo que puedes y debes entrenar. Puede empezar por cosas relativamente sencillas: por ejemplo, quieres hacer un poco de ejercicio todos los días, pero no todos los días te apetece; piensa que además del beneficio de hacer ejercicio, vas a entrenar y poner a punto tu motor de la disciplina, y haz ejercicio todos los días que tengas ganas para ello, y los que no, haz ejercicio igualmente, con el motor de la disciplina en tu mente.
Utiliza con otras cosas también y poco a poco tendrás más capacidad de tirar de esta disciplina para cuestiones que te resulten más importantes o difíciles de realizar sin motivación.
No desarrollas valentía cuando todo va bien, sino cuando sobrevives momentos difíciles y desafías la adversidad. EPICTETO
Ninguna propensión humana es tan poderosa que no pueda ser vencida por la disciplina. SÉNECA
La disciplina es una gran ayuda para el que posee un mediocre ingenio. SÉNECA